jueves, 9 de mayo de 2024

Andrómaca. Paco Gómez.


 Andrómaca: 

I

En la Ilíada, Homero narra,

la historia de Andrómaca, alma en pena,

mujer de Héctor, héroe de Troya,

con destino cruel, marcada por la pena.

II

Su padre y hermanos, por Aquiles muertos,

y su madre, al dolor sucumbiendo,

Héctor y su hijo, en la guerra perdidos,

un destino cruel, su vida tejiendo.

III

Esclava y concubina, Neoptólemo la toma,

tres hijos le da, en cautiverio forzado,

la esposa celosa, venganza planea,

los niños en peligro, por odio acosados.

IV

En el Prado madrileño, su estatua reposa,

cerca de Colón, en silencio dormida,

sin nombre ni autor, su historia ignorada,

una pena silente, en piedra esculpida.

V

París la vio nacer, en mil ochocientos cincuenta y seis,

en el Conservatorio de Música, su hogar primero,

hoy en el Paseo del Prado, su figura se eleva,

un recuerdo de Andrómaca, para siempre presente.

VI

Sufrimiento y dolor, en su rostro tallados,

una mirada triste, hacia el cielo mirando,

un símbolo de las mujeres en la guerra,

en la Ilíada inmortalizada, su nombre resonando.


Pero volvamos al presente de hoy viendo todas atrocidades nos damos cuenta que nada ha cambiado en las guerras.

El dolor de las madres en la guerra: Un canto a su heroica resistencia

En el cruento escenario de la guerra, donde el horror y la muerte siembran su desoladora semilla, emerge la figura de la madre, una heroína anónima que lucha con uñas y dientes por proteger a sus hijos, por preservar la frágil llama de la vida en medio del caos.

Su corazón, otrora rebosante de amor maternal, se ve lacerado por el dolor indescriptible de ver a sus pequeños seres queridos expuestos a las atrocidades de la guerra. Lágrimas silenciosas surcan sus rostros curtidos por la angustia, mientras sus brazos, otrora refugio de ternura, se convierten en escudos protectores contra la barbarie.

Las madres en la guerra son testigos de las más viles atrocidades, de la muerte despiadada que arrebata la vida de sus hijos sin piedad. Sus gritos de dolor retumban en el vacío, ecos desgarradores que claman al cielo por un final a la pesadilla.

Sin embargo, en medio de la desolación, la fuerza interior de estas mujeres brilla con una luz inextinguible. Con una determinación férrea, se aferran a la esperanza de un futuro mejor, un futuro donde sus hijos puedan crecer libres y seguros.

Su heroísmo no reside en actos de bravura militar, sino en la incansable lucha por la supervivencia, en el amor incondicional que las impulsa a seguir adelante a pesar de las heridas y el dolor.

Las madres en la guerra son un símbolo de resistencia, un faro de esperanza en medio de la oscuridad. Su sufrimiento es un llamado a la conciencia, un recordatorio de la fragilidad de la vida y la necesidad de construir un mundo donde la violencia y la guerra no tengan cabida.

En sus ojos, llenos de lágrimas y dolor, se refleja la tragedia de la guerra, pero también la fuerza inquebrantable del amor maternal.

Su heroica resistencia es un canto a la vida, un tributo a la esperanza que nunca se extingue.

Un recuerdo de Andrómaca, para siempre presente.