jueves, 29 de febrero de 2024

Fulano y Mengano: Rafael Martín

En su día, la Tertulia dedicó una de sus reuniones para hablar de Madrid en el cine. Salieron a la luz decenas de películas en las que Madrid era algo más que el decorado de fondo y cada tertuliano expresó sus preferencias y recuerdos.

Supongo que yo destaqué, como voy a hacer ahora, la que considero mi película favorita sobre Madrid, que no es otra que Fulano y Mengano, en dura y limpia lucha con tantas otras en la que Madrid luce de forma especial.

Mi favoritismo por esta peli ya quedó de manifiesto al dedicarle una entrada en el blog La muralla reciclada, entrada que tuvo una muy buena acogida, como lo prueban los jugosos Comentarios recibidos.

La película está oficialmente fechada en 1959, pero está grabada en 1956-57, como lo atestigua uno de los ”comentaristas”, que apareció de chaval en una escena grabada delante de Palacio, así como que la zona no estaba aún afectada por la apertura de lo que hoy es la Gran Vía de San Francisco, cuyo inicio, con la voladura del primer inmueble, es de 1958.

El Director, Joaquín Luis Romero Marchent, fue uno de los creadores del spanish western, y quizás alcanzó su mayor popularidad al dirigir diversos capítulos de Curro Jiménez.

El guion de Fulano y Mengano lo compartió con Jesús Franco y con José Suárez Carreño, un mexicano con una biografía bien curiosa; hombre claramente integrado en la izquierda, pero con significativas relaciones con distintos personajes del Régimen, lo que le permitió trabajar durante aquellos años en España, y participar en la "denuncia" de la situación social del País.

La película muestra un Madrid marginal, con personajes que sobreviven casi milagrosamente a la carencia de lo más elemental, empezando por la comida, pero compartiendo las penurias y apoyándose unos a otros con la solidaridad propia de los desamparados.

Los actores protagonistas son un inmejorable Pepe Isbert y unos eficaces Juanjo Menéndez y Julita Martínez. Curiosamente, gracias a la película he recordado uno de los usos y costumbres desaparecidos de la calle madrileña cual era la venta ambulante de corbatas, que seguramente se apoyaba en aquello de que: al hombre de corbata, según se le ve, se le trata.

Pero lo que aquí importa es que, junto a los actores, la película tiene otro gran protagonista: MADRID. Aunque sin mucho orden, ni concierto, Madrid se integra en la trama y aparece aquí y allá según los intereses y caprichos del Director. Entre otras apariciones, los protagonistas salen de una supuesta cárcel, en la plaza de las Comendadoras y deambulan por la calle de la Palma y Amaniel; a Pepe Isbert le dan limosna ante las verjas de la Plaza de la Armería; pasean por el Viaducto; y al final todos los protagonistas se persiguen en un absurdo recorrido en el que aparecen, entre otros: La calle Segovia, bajo el Viaducto; la calle del Rollo; el Puente de Segovia; la Estación de las Pulgas; la Fábrica del Gas; la zona inferior de la Costanilla de San Andrés…; terminando en una falsa Comisaría (que recuerdo haber visto con cierto asombro) situada en un inmueble, ya desaparecido, de la Carrera de San Francisco, que continuaba la fachada del Palacio del Infantado, futuro Museo de la Mahou.

Pero, además, la película tiene un especial interés para mí por la aparición del pedernal en varios muros y paredes en la zona de San Francisco que ahora llaman Parque de la Cornisa y en concreto en la calle del Rosario.


En efecto, Isbert y Menéndez, tras salir de la cárcel condenados por delitos que no habían cometido, se refugian en una casa con aire de palacete en ruinas, que la acción sitúa al final de la calle del Rosario, en los altos de la Cuesta de las Descargas. Ese “palacete” que yo no llegué a visitar, si lo hizo un amigo con no poco temor por su estado, tenía en sus paredes (a espaldas de los protagonistas) pedernal, como también lo tiene la tapia por cuyos boquetes entran y salen de lo que antaño fue Convento y Cuartel.

Esa tapia que se puede observar muy bien en la foto (superior izquierda), al final de la calle del Rosario, creí en su momento que podrá formar parte de la Cerca de Felipe IV, pero no debe ser así. Sí que aún existe el trozo de Cerca que limita por el oeste los terrenos del Seminario, como antes limitó la finca del Duque de Osuna (foto inferior izquierda). Por debajo de ese trozo de Cerca se iniciaba lo que se conocía como la Cuesta de la Mona.  

PALACIO DE LAS VISTILLAS 1855

Es de suponer que esa tapia que juega un papel importante en Fulano y Mengano era la que cerraba por el este la finca del Duque del Infantado, que pasó a ser del Duque de Osuna y que circundaba lo que se conocía como el Palacio de las Vistillas.



 

 

 



domingo, 25 de febrero de 2024

La dama inclinada o El hechizo de un estanque: Adriana Sánchez

Llegó a la pequeña plaza con el sopor de la tarde. Había atravesado el túnel de moras y membrillos, protegida en la penumbra de aquella gruta verde del intenso ardor del verano. A pesar de ello estaba sofocada, con las mejillas de fuego sobre su piel tan blanca. No sabe donde se encuentra, apenas conoce este jardín magnífico, que envuelve el palacio del Buen Retiro.

Había estado allí en otras ocasiones, acompañando a la pequeña, pero solo en el interior de palacio, fue en aquel festejo en la Plaza Grande, donde los jóvenes hicieron el Juego de Sortijas, y contendieron con el Estafermo, pero ella se había retirado pronto porque la niña se aburría. También había asistido a alguna mascarada e incluso a una comedia en el Coliseo. Aquella tarde tan sofocante le pesaba el aire denso y solemne del palacio, al igual que le sucedía cada día entre las severas paredes del Alcázar.

Huyendo de esa congoja, la muchacha se había escabullido, burlando la inquisidora vigilancia de doña Marcela, que cabeceaba somnolienta, mientras la pequeña e Isabel dormían a su lado. Recorriendo largos pasillos había llegado al exterior.

Autora: Adriana Sánchez

Un halo verde le saludó en la cara. Estaba en el Jardín de la Reina, en su centro la estatua de un brioso corcel se elevaba sobre sus patas traseras como dispuesto a volar.

Volar, eso habría querido ella, volar y perderse por aquel espacio frondoso y libre, correr, pese al complicado juego de enaguas que se enredaban entre sus piernas, pese a la incomodidad del guardainfante. Sabía que no podría demorarse demasiado, cuando la pequeña despertara debían regresar con rapidez al Alcázar, el aposentador mayor les esperaba.

Es un jardín grandioso, robles, álamos, almendros..., no sabe bien qué dirección tomar, pero ella quisiera conocer aquellas maravillas de las que le habían hablado, alcanzar ese Estanque Grande que decían pequeño mar, y ver esos espectáculos donde se simulaban heroicas batallas navales, o navegar en la hermosa góndola de los reyes, toda tallada en oro y plata, y contemplar desde allí, aquellos fuegos y artificios que pintaban de mil colores los cielos de Madrid en las noches de verano..., quizá tomaría en el embarcadero una pequeña falúa que la llevaría por todo el bosque, recorriendo aquel canal de Mallo que brotaba del propio Estanque. Mientras, los ministriles entonarían armónicas baladas. Entonces llegarían hasta la ermita, la ermita de San Antonio de los Portugueses. Se decía, la más hermosa de todas las que poblaban aquel bosque. La reconocería por su chapitel de pizarra, las columnas de mármol blanco y negro de su portada y por  la imagen del Santo. Pero ante todo, por aquel estanque ochavado, que como una enorme flor lo envolvía entre sus pétalos. Había oído contar cómo en aquel lugar se organizaban alegres fiestas de música y danza, donde abundaban los vinos, alojas, refrescos y tantos deliciosos confites y viandas. Y desde lo alto, podía observarles aquella otra ermita, de tanta devoción, del Santo milagroso para las afecciones  de garganta.

Sí, habría querido llegar hasta allí, y a mil sitios más, de los que había escuchado tales prodigios: la ermita de San Pablo, la Pajarera de don Guzmán y sus aves fabulosas...

Sin embargo, tras elegir aquel pasadizo entre los ocho que se ofrecían ante ella, había llegado allí, tan sonrojado el rostro, hasta ese rincón desconocido donde la recibía una discreta plaza con un pequeño estanque también ochavado. No tenía mayor encanto el lugar que una isla artificial y un sencillo templete en el centro del agua. Aquello era muy distinto al asombro y grandeza que ella había imaginado. Sin embargo algo escondía aquel refugio solitario que lo envolvía de magia, quizá fuese el esplendor del bosque, la fascinación del silencio, o aquellas fragancias verdes que lo revestían todo de misterio.

Fue entonces cuando su imaginación crea un sortilegio, y a sus ojos, pequeñas campanillas de plata se prenden del breve tejado, de las hojas verdes, de las ramas de los árboles, que a la luz del sol reverberan  en el agua con luces doradas y cálidas.

Son aquellas voces quienes rompen el hechizo. La están buscando, la infanta ha despertado, urge el regreso al Alcázar, don Diego les espera...

Autor: Diego Velázquez

Ella se apresura, y con su gesto impetuoso levanta un leve soplo de aire que agita las hojas de los árboles, como si fueran  las campanillas de plata de su sueño, y que aún destellan en las luces del estanque.

Pero ella corre, corre sin mirar atrás, regresa agitada, con las enaguas revueltas, con su piel blanca y el fuego en el rostro. Conoce la impaciencia del pintor que les aguarda en el  Alcázar. Sabe que no puede faltar a esa cita, que debe estar presente y posar de nuevo para él en ese hermoso cuadro. Porque ella, la joven y soñadora Agustina, es en aquel lienzo inmortal, la dama inclinada.

 

viernes, 23 de febrero de 2024

No tan románticos: Carlos Osorio

 



Los poetas románticos no eran tan serios ni tan románticos como aparecían en sus retratos. 

Unos cincuenta escritores se reunían en la tertulia del Parnasillo, en el cafetín del Príncipe. Dicho cafetín estaba situado en la calle del príncipe, a la altura de la Plaza de Santa Ana. Era un café de mala muerte, donde corrían los ratones por debajo de las mesas. Larra lo describió como “reducido, puerco y opaco”. Los románticos se citaban allí porque el lugar les proporcionaba intimidad: no iba nadie. A lo largo de la tarde, Carnerero, Ventura de la vega, Bretón de los Herreros, Espronceda o Larra destripaban las obras literarias del momento y arremetían contra sus autores, sin dejar títere con cabeza. 

Al terminar la sesión, un grupo de bulliciosos contertulios asaltaba la noche madrileña. En Madrid les conocían como “la partida del trueno”. Iban primero a comerse unos pajaritos fritos a la taberna de la esquina, sin dejar de saludar a Lola la naranjera, que vendía sus cítricos en dicho esquinazo. Luego comenzaban a hacer de las suyas.

Una noche, armados con un bote de pintura roja, pintaron de arriba abajo el cabriolé del duque de Alba. En otra ocasión, ataron un bidón de asar castañas al coche de un famoso que iba a emprender la marcha. Alguien trajo de Sudamérica unas cerbatanas con sus correspondientes flechas, y todos fueron gozosos a probar la puntería con los faroles de la Puerta del Sol, amedrentando a los paseantes. Aquel día terminaron en los calabozos de Gobernación. Algunas noches acudían a los ceremoniosos bailes de la buena sociedad y comenzaban a hacer gamberradas hasta que los echaban a patadas. Otras veces, ya de madrugada, se acercaban a los palacios de La Castellana y llamaban a la puerta. Cuando el duque o el marqués aparecía en traje de dormir y restregándose las legañas le decían: Buenas noches, señor marqués, veníamos a interesarnos por su salud.

Cuentan que Manuel Bretón de los Herreros organizaba fiestas en su casa hasta altas horas de la noche, unas fiestas en las que corrían el vino y los licores y los noctámbulos cantaban a coro canciones de borrachera. El caso es que el poeta Bretón tenía por vecino a un respetable médico y político, el doctor Mata. Mata estaba hasta el gorro de aquellos festejos nocturnos. Lo peor de todo era que algunos invitados, en la oscuridad de la noche, se confundían de puerta y llamaban a la del doctor, obligándole a levantarse de la cama. Harto de que le molestaran, el médico, que tenían ciertas dotes para la poesía, puso un cartel en su puerta con esta frase:

“No vive en esta mansión ningún poeta Bretón”

Cuando vio el letrero, Bretón se apresuró a escribir una réplica que colocó junto al cartelito del doctor. Decía así:

“Vive en esta vecindad,

cierto médico poeta,

que al final de la receta

firma Mata, y es verdad"

 

sábado, 17 de febrero de 2024

Una pequeña Leyenda sobre el origen de la expresión cuatro gatos. Por Paco Gómez.


 

¡Toma casta, que te voy a hablar castizo!

¿Por qué a los madrileños nos llaman gatos? Te lo voy a contar, que pa eso soy un gato de pura cepa.

Allá por el año 1085, Alfonso VI, el rey de Castilla, tenía entre ceja y ceja conquistar Toledo, que era una ciudad gorda en aquella época. Pero no quería dejar a Madrid, que aunque era chiquitita, era una plaza musulmana muy bien ubicada y podía darle más de un quebradero de cabeza.

El problema era que los musulmanes tenían la ciudad bien protegida, lo que ponía las cosas más chungas. Pero la leyenda cuenta que el rey al final pudo conquistarla gracias a un chaval que escaló la muralla con una agilidad que dejó a todos con la boca abierta. "¡Sube como un gato!", decían.

Cuando el chaval llegó arriba, lanzó una soga para que subieran más soldados y así consiguieron conquistar la villa. Desde entonces, al chaval se le conoció como "El Gato" y, por extensión, a todos los nacidos en Madrid.

Aunque en Madrid hay mucha gente, son pocos los que pueden presumir de tener familia madrileña desde hace varias generaciones. Por eso se dice que aquí hay pocos gatos de verdad, que la mayoría viene de fuera. 
Y uno que se siente minino te dice que:
"A los madrileños de cuarta generación se les llama gatos y como son muy pocos se empezó a decir 'cuatro gatos'".
 Y esto fue mucho antes  de las famosas películas de los ocho apellidos vascos, catalanes y marroquís, que quede clarinete.
Y desde entonces el ordinal cuatro ha pasado a las historietas: "Tenía cuatro pelos", "te has pasado cuatro pueblos" y así podríamos seguir.

¡Y que viva Madrid, oigan!



viernes, 16 de febrero de 2024

La estación del poeta.Por Paco Gomez.

En la urbe vibrante, donde el tiempo corre veloz,

una estación se transforma, un nombre toma su voz.

Metropolitano ya no es, ahora es Vicente Aleixandre,

un poeta que, en sus versos, el universo expande.

Elena, con su nieto, la historia va contando,

de la casa Vellintonia, vestigio del pasado.

En la calle que ahora lleva el nombre del poeta,

reside la memoria, viva y siempre inquieta.

Los hijos de Neptuno, buscando el estadio,

se encontraron con versos, en un mágico legado.

Y exclamaron:  W"anda si aquí no está".

Y de nuevo a las cavernas del metropolitano para dirigirse a la Peineta.

Pero cuando llegaron ya no estaba el Wanda se encontraron el Civitas.

Cuarenta años habitó, el poeta en su morada,

creando mundos de palabras, con su alma enamorada.

Vallecas Calle del Libro, al poeta rinde homenaje,

con tinta y papel, celebrando su mensaje.

La Real Academia guarda su impronta y su saber,

en la silla que ocupó, donde la palabra es poder.

Vicente Aleixandre, maestro de la lírica,

tejió con su verbo, una aurora mágica.

La palabra, un día, fue calor y relámpago,

en la voz del poeta, un universo sin atajo.

 Palabra.

La palabra fue un día

calor: un labio humano.

Era la luz como mañana joven; más: relámpago

en esta eternidad desnuda. Amaba

alguien. Sin antes ni después. Y el verbo

brotó. ¡Palabra sola y pura

por siempre —Amor— en el espacio bello!

 Con inquietud en el alma,

busco en Google el viejo estadio,

como un explorador, me siento como Cieza de León ante Nasca,

descubro un escudo en el mapa.

Un león rampante, fiero, en la rasa,

con la franja rojiblanca que lo atrapa.

Metropolitano, barrio que te abraza,

con tu historia grabada en la tierra.

Un himno de pasión que nunca se aplaca,

un sentimiento que el corazón aferra.

Las calles vibran con tu nombre,

con el eco de goles y victorias.

Un equipo que lucha sin renombre,

con la garra y el pundonor de sus glorias.

Cómo un colchonero, un indio de corazón,

que siente el orgullo de tu legado.

Y en este mapa, veo la consagración

de un sentimiento que nunca será borrado.

En el mapa aéreo, una sorpresa,

la silueta del escudo amado,

del Atlético, mi gran empresa,

en el solar, como un sueño grabado.

A mis compañeros pregunto,

incluso a Pablo, el gran historiador,

pero el silencio es su respuesta,

un mutis por el foro, sin razón.

Ni Osorio, con su sabiduría,

se pronuncia sobre este misterio,

¿Es un deseo de urbanidad,

o un capricho del dios Neptuno?

Cada uno que saque sus conclusiones,

pero yo veo la silueta del Atleti,

un símbolo de pasión y emociones,

que en muchos corazones siempre estará latente.

                                     Paco Gómez.


miércoles, 14 de febrero de 2024

El Estadio Santiago Bernabéu: Antonio Roldán




¿Y qué tiene de especial el Bernabéu? Para mí, tiene un pedacito (no pequeño) de mi corazón. Su belleza arquitectónica, su rica historia y su atmósfera única lo convierten en un lugar verdaderamente mágico para mí. Pero no quiero solo hablar de sentimientos, sino de hechos objetivos, de récords y de recuerdos imborrables.

Una de las características más distintivas del Bernabéu es su arquitectura, que ha sabido transformarse desde 1947, llegando a ser actualmente un alarde vanguardista que ha sido objeto de elogios y admiración en todo el mundo. Con su imponente fachada y su diseño futurista, el estadio se muestra como un símbolo de modernidad y progreso en Madrid.


Primer estadio de fútbol cubierto de España, y uno de los primeros de Europa, guarda secretos a voces que solo los asiduos conocen. Por ejemplo, que el nivel del terreno de juego está unos 20 metros por debajo del nivel del Paseo de la Castellana, lo cual provoca la extraña sensación de entrar por el lateral Este y encontrarte en la parte alta del primer graderío.

Son cuatro los anfiteatros que actualmente tiene (45 metros de altura), lo que junto con el nuevo hipogeo -30 metros de profundidad para guardar el césped en seis franjas longitudinales-, provoca una diferencia de altura entre la cota más alta y la más baja superior a los 75 metros.

Respecto a récords, cabe mencionar que es el único estadio del mundo donde se han jugado finales de Mundial, de Eurocopa, de Champions, de copa de la UEFA, de Copa Intercontinental y de Copa Libertadores. Para seguir liderando récords, esperemos repetir la final del Mundial de 2030 en nuestro querido estadio.

Otro récord difícil de creer es su excelente posición en el ranking de museos de Madrid, que atesora (entre otros) 14 Champions, 8 Mundiales de Clubes y el Trofeo Mejor Club Mundial del siglo XX otorgado por la FIFA. Ya en 2019, antes de empezar las obras y de llegar la pandemia, fue el tercer museo más visitado (tras el Prado y el Reina Sofía), a un precio de 25 € la entrada, mientras que estos dos templos de arte en Madrid tienen un precio de 15 y 12 € respectivamente. Es posible que llegue a tener similar afluencia al Museo del Prado cuando terminen las obras.

Pero más allá de su imponente apariencia exterior, y de los incuestionables récords, lo que realmente hace especial al Bernabéu es la atmósfera única que se vive en su interior durante los partidos de Champions League. Se han producido épicas remontadas en nuestra competición más preciada, fomentadas desde el inicio por la confianza ciega de los seguidores, que provoca -desde el recibimiento a los autobuses de los dos equipos- un ambiente de tensión insufrible para los rivales. Esta confianza en el equipo dio pie a la célebre frase “90 minuti en el Bernabeu son molto longo”, dicha por mi querido Juanito Gómez a uno de los rivales del Inter de Milán, tras perder el partido de ida por 2-0 en 1985, para prevenirle de lo que les esperaba en nuestro estadio. Efectivamente, el vaticinio se transformó en realidad y remontamos la eliminatoria con un 3-0 a nuestro favor.

De esas remontadas, recuerdo con especial cariño la del Derby County (1975), Anderlecht, Inter de Milán (varias), Borussia, Bayern y las tres más recientes: PSG, Chelsea y Manchester City en 2022.

La pasión madridista crea un ambiente único que contagia a jugadores y espectadores mutuamente. El Bernabéu recuerda cada minuto 7 del partido al malogrado Juanito Gómez, al grito de “illa, illa, illa, Juanito maravilla”. A este grito le sigue una canción a la que puse letra (sobre otro cántico conocido), siendo aún muy joven en un viaje a Zaragoza, siguiendo al equipo con la “Peña Madridista Las Banderas”:

“Arriba, arriba, arriba,

 arriba con ese balón,

 que Juanito lo prepara,

 que Juanito lo prepara

 y Santillana mete gol”

Esta, junto con “Las mocitas madrileñas” y la que llamamos “Himno de la Décima”, me emocionan y me ponen el vello de punta cada vez que las oigo.  

Si la historia del estadio no es cuestionable, su futuro se prevé como algo único que nos va a traer a la ciudad unos treinta espectáculos no deportivos al año. Esto, junto con los partidos del Real Madrid, proporcionará una tasa de utilización de un evento por cada seis días.

En resumen, el Estadio Santiago Bernabéu es mucho más que un simple edificio: es un símbolo de pasión, grandeza y orgullo madrileño (y español). Su legado perdurará por décadas, inspirando a futuras generaciones de aficionados y haciendo que el nombre de nuestra ciudad resuene en todos los rincones del planeta: ¡Hala Madrid!


El Pino de los Enamorados: Paco Gómez.


 Hoy por ser un día tan señalado, San Valentín, os cuento la verdadera leyenda del Quinto Pino.

Todos ellos mandados plantar por Felipe V en el siglo XVIII. El primero estaba en el comienzo del Paseo del Prado, en Atocha. El resto siguió el eje  hasta, lo que hoy son los  Nuevos Ministerios. Es justo ahí donde se alzaba el quinto pino.



El quinto pino.

En el Paseo del Prado, donde el sol se refleja, cinco pinos se alzaban, majestuosos y recios.

Del primero al cuarto, la gente se encontraba, para charlar, pasear, o disfrutar del fresco.

Pero el quinto pino, distante y solitario, era un refugio para los amantes, un secreto escenario.

Allí, donde las miradas indiscretas no llegaban, sus corazones se unían, y sus almas se hablaban. En la verde sombra, bajo el cielo infinito, conjugaban el verbo que mejor sabían: el amar.

En presente, con besos y palabras dulces, en pasado, con recuerdos que sus almas esculpen.

Y en futuro, con sueños que juntos tejían, entrelazando sus vidas, bajo el quinto pino, un día.

El tiempo pasó, los pinos se marchitaron, pero la expresión "el quinto pino" quedó grabada. Y ahora, cuando algo está muy lejos, se dice, con un guiño a la historia, y un toque de ironía.

      


martes, 13 de febrero de 2024

147-126 a.C.: Rafael Martín

 

Hace unos días Adriana me hizo llegar su magnífica recreación de una parcela del Teixeira. Me puso los dientes largos “visualizando” toda la Topographia en “versión Adriana”. Al parecer tiene más ejemplos…, pero abandonó tan noble y encomiable empeño, cuando experimentó los primeros síntomas de enajenación mental al dibujar la enésima casita. Lo entiendo, pero lo lamento; me relamo ideando lo que podría ser, al menos, la recreación del circuito completo de la muralla cristiana.

En su mensaje, Adriana, ofrecía su dibujo por si pudiera ser útil para ilustrar alguna Entrada de Nuestro Madrid. Pedí voluntarios y ante el ominoso silencio no he tenido más remedio que “echarme a ruedo”, porque no puedo quedarme con esa joyita en los archivos “archivados”.

El Título puede resultar engañoso ya que, en general, lo de “a.C.” quiere significar “antes de Cristo” lo que nos situaría en los tiempos de Viriato o del sacrificio de Numancia, con escasa relación directa con los carpetanos de la época, que estaban incorporándose a la Hispania romana sin mayores problemas.

Pero no, en este caso, lo de “a.C.” quiere decir: “antes de Cibeles” o más exactamente, “antes de la Fuente de la Cibeles” y todo ello porque en los planos de Mancelli y de Teixeira no puede aparecer la Fuente, ya que tardó 147 y 126 años, respectivamente en instalarse.

Lo que sí aparece en esos planos es la primitiva Puerta de Alcalá.

Ahora, por arte de birlibirloque, y porque me place, dedico esta entrada a la “premonizada” y augurada Fuente de la Cibeles, inaugurando de paso una nueva etiqueta, la de mi fuente favorita.

Desde mi niñez La Cibeles viene ocupando un lugar más que significativo: ¡era y es, Madrid! Estaba y está ahí, viendo pasar el tiempo, como la Puerta de más arriba, dando identidad y seguridad a los madrileños, a los “importados” y a los visitantes, pero con el paso de los años ha ido incorporando nuevos significados y ocupando nuevos espacios en nuestra sociedad.

Por ejemplo, y en lo más personal, mi personal computer  está adornado con la icónica imagen de la Fuente; es la primera y la última imagen que veo siempre que me empeño en la lucha informática: leer, informarme, escribir, bloguear, jugar, ver deporte, etc.

Pero hay otras dos dimensiones de Cibeles a las que debo referirme esta ocasión: una, es la mitológica y la otra, la futbolera.

De la mitológica me había preocupado poco hasta ahora, pero he leído con atención Mitología, Símbolos y Alegorías en las calles de Madrid de maese Osorio y he empezado a ocuparme. No sé si me gusta mucho lo que he leído; las diversas versiones de la vida y milagros de nuestra diosa protectora no tienen por dónde cogerlas, ya que siendo la diosa de la fertilidad está rodeada de vírgenes y castratis, cuando no es ella misma la que va cortando genitales con una hoz. En una de las versiones, Cibeles era en origen el hermafrodita Agdistis, que tras la correspondiente castración pasó a ser nuestra diosa protectora; de ser conocida esta historia por determinados colectivos es más que posible que el mismísimo Florentino se replanteara determinadas celebraciones.

Y esto me lleva a la dimensión futbolera. Carlos, con habilidad, trata de diluir la identificación de Cibeles con el Real Madrid asegurando que fue el Atlético de Madrid el que inició las celebraciones en la Fuente con ocasión de una Recopa y que años más tarde, harto de las celebraciones del Real, decidió que, si tuviera que celebrar algo, lo haría en la fuente del hijo. Lo que se le olvida a Carlos es que antes que la romana Cibeles, la diosa era la griega ¡Rea…l Madrid! Estaba, pues, predestinada.

Y desde entonces, el Madrid, a Cibeles y el Atleti, a Neptuno, en donde ya ha celebrado algo que nunca celebrará el Madrid ¡el campeonato de Segunda! (¡Qué envidia!)

 


domingo, 11 de febrero de 2024

22 La Pilarica 22: Pablo Linés

 Así rezaba el rótulo de la cacharrería que había enfrente de mi casa siendo yo pequeño.

En la calle de San Mateo no jugaban los chicos pues ya en aquellos tiempos tenía mucho tráfico, que llegaba en oleadas según se abría y cerraba el semáforo existente en el cruce con Mejía Lequerica. Además, por mi calle pasaban dos líneas de autobuses, el 3 y el 7, este último con coches de dos pisos que le conferían un aspecto más fiero. Esta es la razón por la que en los días de buen tiempo me sentaban a tomar el sol en una sillita en el balcón.

Uno de los pasatiempos era ver la actividad de la cacharrería. Estaba regentada por dos hermanos. Ella se llamaba Adoración pero todo el mundo la llamaba Dora y él creo recordar que se llamaba Ángel, pero en casa le llamábamos Doro.

Habían heredado el negocio del padre, a quién no conocí, pero era sabido que en la pila bautismal había sido víctima de una broma cruel. Se llamaba Perfecto, nombre común en su tiempo, pero terrible al apellidarse Melón… Perfecto Melón. Contaban que, para su desgracia, cuando este hombre ya era mayor tenía la cabeza llena de chichones.

La tienda ocupaba dos huecos de fachada y no tenía puerta ni escaparate. Únicamente unos

portones de madera dobles en cada hueco que se cerraban con una gran barra de hierro y unos pasadores. Al abrir la tienda los portones batían hacia la calle y quedaban fijos a la pared. Se accedía libremente al interior por el hueco de la derecha, mientras que en el lado izquierdo un tablón horizontal con algunos objetos expuestos hacía las veces de escaparate.

Pablo apuntando a Doro

Al abrir la tienda Doro se afanaba en colgar de unos clavos dispuestos en la parte superior de las puertas diversas mercaderías de la tienda. Una malla con balones de plástico, una lazada de alambre con varios orinales, otra de la que colgaban las escobas, una retahíla de cazos… Cuando llegaba navidad en el tablón que hacía de expositor ponían un belén de figuras toscas.

La casa de mis padres tenía un pasillo interminable y desde el balcón donde me sentaban al sol al baño había más de cincuenta metros de distancia. Esa fue la razón por la que una mañana, ante una urgencia urinaria decidí hacer un manneken pis a la calle, agravado por la altura de un segundo piso. Doro me contemplaba con rostro estupefacto y no le faltó tiempo para contárselo a mi madre. Me cayó un chorreo parecido al que, poco antes, había provocado yo mismo.

Asesinato en la Puerta del Sol: Paco Gómez


Asesinato en la Puerta del Sol: Canalejas cae bajo las balas de Pardiñas.

Madrid, 12 de noviembre de 1912 - Un fatídico suceso ha conmocionado a la nación española. El presidente del Consejo de Ministros, José Canalejas, ha sido víctima de un brutal asesinato a plena luz del día en la Puerta del Sol.


Canalejas se dirigía al Ministerio de Gobernación para presidir un Consejo de Ministros cuando se detuvo a observar un plano sobre la Guerra de los Balcanes en el escaparate de la librería San Martín. En ese preciso momento, el anarquista Manuel Pardiñas se aproximó por la espalda y le disparó tres tiros, uno de ellos mortal en la cabeza.


Los escoltas del presidente reaccionaron con rapidez, capturando a Pardiñas, quien, al verse acorralado, se suicidó de dos disparos en la cabeza. Sin embargo, investigaciones recientes ponen en duda esta versión, ya que sugieren que la muerte de Pardiñas habría sido instantánea tras el primer disparo.

El magnicidio ha causado una profunda conmoción en la sociedad española. El cadáver de Canalejas fue velado, según algunas crónicas, en la propia librería San Martín antes de ser trasladado al Ministerio de Gobernación.

El sucesor de Canalejas, el Conde de Romanones, mandó colocar una lápida conmemorativa en el lugar del asesinato, obra del escultor Mariano Benlliure. La placa se encuentra ubicada en la fachada del edificio, adaptándose a los huecos existentes.

Las incógnitas del caso.

Las circunstancias del asesinato de Canalejas aún generan controversia. Algunos detalles, como el lugar exacto del velatorio o la veracidad del suicidio de Pardiñas, siguen siendo objeto de debate.

Asimismo, la figura de Pardiñas y sus motivaciones para cometer el magnicidio también han sido objeto de análisis. Algunos lo consideran un simple anarquista, mientras que otros ven en él un instrumento de fuerzas oscuras que buscaban desestabilizar el gobierno. En este sentido, Francisco Franco, publicó un libro, con el seudónimo de Jakim Boor, con el título de Masonería, en el que plantea que el asesino era masón y no anarquista.

Un crimen que marcó a España.

El asesinato de Canalejas no solo truncó la vida de un político reformista, sino que también marcó un antes y un después en la historia de España. El magnicidio intensificó las tensiones sociales y políticas de la época, y contribuyó a la radicalización de algunos sectores.

A pesar de las incógnitas que aún rodean el caso, el asesinato de Canalejas sigue siendo un capítulo crucial en la memoria colectiva española, un recordatorio de la fragilidad de la democracia y la necesidad de defender las libertades.


Un joven Pepe Isbert, protagonizó el suceso en una película. Clic Aquí para verla.

Pero ¿dónde está la placa que diseño Benlliure?

viernes, 9 de febrero de 2024

Las Piperas: Rafael Martín

Otra de las categorías que tengo propuestas es la de nuestros personajes populares favoritos y para dar ejemplo (ignoro si bueno, malo o regular) voy con los míos.

Como suele ocurrir tengo varias opciones como son los casos de: Eladio, nuestro “periodiquero” que tenía su quiosco al final de la Carrera de San Francisco, ya en la esquina con la Plaza; el de la conocida Cari, vendedora de fresas, requesón o lo que tocara según la temporada en Tirso de Molina, aunque ella esté más en el recordatorio de Pili, que vivía en el 2 de Mesón de Paredes, o el de nuestros serenos. Pero al final he optado, no por una persona concreta, sino por un gremio: el de las piperas que, como es lógico, incluye también a los piperos, con lo que de paso me apunto a lo políticamente correcto.

Aunque en lo que sigue utilizaré el plural femenino, tengo en mi cabeza la idea de que existía un cierto reparto de funciones; creo recordar que, preferentemente, los piperos ambulantes eran hombres, mientras que las piperas sedentes eran mujeres. Seguramente había de todo, pero no hay por qué hacer de ello una cuestión.

Para un niño de mi generación las piperas eran personajes muy importantes porque nos proporcionaban todo lo que precisábamos para cubrir nuestras necesidades y a precios asequibles, eran nuestro “corte inglés” (entonces naciente) ya fuera ambulante o sedente.

Estabas jugando en las Vistillas y, a la hora que su experiencia comercial le aconsejaba, aparecía el pipero con su cesto bajo el brazo al que tenía adosada una silla de tijera. Una vez abierta, posaba sobre ella el cesto y ya quedaba instalado el establecimiento. La clientela se arremolinaba alrededor suyo desde el momento en el que aparecía, inspeccionando la oferta, preguntando precios y sopesando en qué invertir las pocas perras disponibles.

Esa oferta era variada y condicionada, en parte, por la estacionalidad. Como es evidente el artículo imprescindible, el que siempre estaba presente, el que da nombre al gremio, eran las pipas de girasol, cuya ingesta dejaba huella inequívoca cuando nos parábamos, y que servía de fondo a las pelis en el cine Castilla, el Sanfran, el Toledo y tantos otros, y que con frecuencia incluso superaba en decibelios a la pobre banda sonora de las películas de Cantinflas o Sandrini. Sólo las de tiros soportaban con gallardía la competencia con el ruido de las pipas.

Las pipas de girasol estaban muy bien acompañadas por muchas otras delicatesen, que podían agotarse porque las cantidades ofertadas eran notablemente inferiores. Creo que siempre estaban presentes artículos como los garbanzos torraos (algunos eran auténticas piedras), el regaliz, los pirulíes, los palotes de caramelo, las bolas de anís, las bolas de chicle o el pan de higo, mientras que dependía de la estación, la presencia de la algarroba, las chufas secas o húmedas, los altramuces (chochos, para los picarones), las pipas de calabaza o el paloduz, que chupábamos pacientemente hasta dejar sólo un estropajo del que presumíamos como ejemplo de la tarea bien hecha.

He nombrado las bolas de chicle que eran un sucedáneo poco conseguido; una vez que se había acabada la capa azucarada y coloreada (¿sería colorante autorizado?) quedaba una goma insulsa con la que era imposible hacer un globo. Cuando uno estaba fuerte económicamente podía hacerse con un Bazooka que te llenaba la boca de goma, mantenía durante mucho tiempo el sabor (aún lo recuerdo) y permitía hacer grandes globos que explotaban con ruido bien audible para envidia del resto. Claro que había que andar con cuidado para evitar que cuando estabas terminando de inflar el globo algún “amigo” cercano no te lo estampara en la boca de un manotazo.

Con frecuencia la cesta y los bolsillos del portador o portadora contenían otros productos de los que yo no era consumidor, como es el caso del tabaco, negro y rubio, que se vendía, no por cajetillas, sino por unidades. Lo único que recuerdo haber “fumado” (no más de dos o tres caladas) fue un cigarrillo de anís… y aún no he podido olvidarlo. Tuve bastante con “fumar” el abundante humo que exhalaba mi padre.

Dejo ya la venta ambulante de pipas y otras gollerías para referirme a la venta sedente y a mi pipera por antonomasia, aunque sea incapaz de recordar su nombre. Estaba situada en el portalón de la casa que mediaba entre los inicios de las calles del Rosario y San Bernabé, tal y como se puede ver en la foto tomada del blog Historias Matritenses. En mi niñez, esa calle se llamaba de los Santos y el Cuartel de la derecha había desaparecido; en su lugar había un descampado.

El Portalón, con su pipera dentro, estaba situado en el camino obligado que yo recorría con gusto desde mi casa en las Vistillas hasta la de mi abuela Pepa que vivía en la calle de San Bernabé (con mis tíos y primo) en una curiosa edificación que daba también a la calle del Rosario. Se trata, precisamente de la primera casa volada para abrir lo que hoy es la Gran Vía de San Francisco, momento que queda recogido en la instantánea tomada, de nuevo, de Historias Matritenses.

Lo de esta mi pipera ya era otro nivel en comparación con los puestos ambulantes (me recuerda el dúo de la Manuela y la Pepa en Agua, azucarillos y aguardiente). Además de todos los productos antes evocados, aquí en mayor variedad y cantidad, había otros muchos que necesitaban espacio y techo. Por ejemplo, son los casos de: las tiras con equipos de fútbol muy útiles para pagar en las chapas, o las de ciclistas, imprescindibles, también para las correspondientes chapas; los sobres con cromos o con fotogramas de películas; los recortables bélicos (los de muñecas eran para niñas); en Semana Santa unas tiras con la Pasión, además de carracas…, en fin, todo un tentador y atractivo mundo en el que sucumbía la menguada paga que me podía dar mi Abuela, que tras la voladura de su hogar fue realojada en García Noblejas.

 


Romería de San Blas: Paco Gómez.

 


En el cerrillo del Altozano,

donde el viento susurra secretos antiguos, se alzaba la ermita de San Blas, un rincón sagrado entre las tapias, del cementerio de San Jerónimo y lápidas.

El 3 de febrero, en la penumbra matinal, la romería del "Cristo y los tres santos" florecía, como un ramo de esperanzas tejido en oraciones, bajo el cielo que abrazaba la fe y la tierra.

Allí, junto al manantial de Santa Polonia, sus aguas danzaban con misterio y devoción, milagrosas, como el rumor de los ángeles,

que acudían a la misa, sus alas de maceros extendidas.

Los fieles bebían de la fuente, sedientos de salud, sus labios rozando lo sagrado, lo sanador,

y en la bota de vino hallaban consuelo, como si el vino mismo fuera un bálsamo divino.

Sentados en el campo, bajo el sol invernal, devoraban torreznos, tortillas y tasajos, sus risas y sus lágrimas mezclándose con el viento, mientras el tiempo invernal les permitía soñar.

Pero un día, la ermita cayó, como un suspiro apagado,

y la romería se desvaneció en el eco de campanas lejanas,

las imágenes del Cristo del Calvario, San Blas, Santa Apolonia, y el Santo Ángel, como aves migratorias, encontraron nuevo refugio.

Hoy, rescatada del olvido, la romería de San Blas persiste,

cerca del mismo sitio, desde la parroquia de San Salvador,

un sendero de fe que serpentea hasta el Retiro, donde los corazones aún laten al ritmo ancestral de la esperanza. 

               

jueves, 8 de febrero de 2024

El duende del Retiro: Paco Gómez.


 

El duende del Retiro.

En el Retiro, donde el sol se filtra,

entre las ramas de verde esmeralda,

habita un duende, travieso y artista,

que del amor, su magia regala.

 

Felipe V, rey de España,

se enamoró del parque sin igual,

y al ver su belleza cada mañana,

un duendecillo pensó encontrar.

 

Con sus jardineros, el rey lo buscaba,

entre flores, árboles y laberintos,

pero el duende, astuto y juguetón,

se escondía entre aromas y trinos.

 

Solo las parejas, de corazón puro,

han tenido la dicha de verlo bailar,

y al recibir su hechizo fulgurante,

el amor eterno en sus almas anidar.

 

Si tú y tu amada, por el Retiro paseáis,

con ojos abiertos y corazones sensibles,

buscad al duende, entre la luz y las sombras,

y su magia de amor, os hará invencibles.

 

¿Dónde se esconde?

El duende del Retiro es un ser mágico,

que se revela a aquellos que creen en el amor.

No tiene un lugar fijo,

se le puede encontrar en cualquier rincón del parque,

entre las flores, bajo los árboles,

o incluso en el reflejo del agua.

Lo importante es tener el corazón abierto

y estar dispuesto a recibir su magia.

Si tú y tu pareja buscan el amor verdadero,

no duden en dar un paseo por el Retiro,

y con un poco de suerte,

tal vez el duende los bendiga con su hechizo.

                                      

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lunes, 5 de febrero de 2024

Sangre y fuego en Madrid. El arché: Paco Gómez. .

 




 ¿Quién encontrará estás chapas?  Clic Aquí.

Suelos de Madrid, que guardan la memoria

de pasos que corren, de historias que afloran,

de sangre y de venas que palpitan con brío,

fuente de vida que nutre el gentío.

Viajes de agua que surcan la urbe,

trayendo frescura, calmando la fiebre,

ríos subterráneos que la ciudad abrazan,

susurrando secretos que nadie deshacen.

Mis muros de fuego, forjados en la lucha,

resisten embates, se alzan con mucha,

sobre agua fui edificada, con firmeza sin par,

más que sedienta, soy ciudad de amar.

Sitibunda ciudad, que busca su calma,

en la fuente que mana, en la aurora que inflama,

conquistando el cielo con su ávida mirada,

Madrid, ciudad viva, por siempre soñada.

Madrid, corazón de España,

que late con fuerza, con pasión extraña,

un crisol de culturas, un baile sin fin,

donde el agua y el fuego se dan sin fin.

En tus calles se mezclan

el pasado y el presente, en un lienzo de ensueño,

la alegría y la pena, la risa y el llanto,

Madrid, ciudad que guarda su propio canto.

Ciudad de contrastes,

de luces y sombras, de sueños constantes,

conquistando el futuro con paso valiente,

Madrid, ciudad eterna, siempre incandescente.

En tu nombre resuena

la historia y la vida, la lucha y la pena,

el amor y la esperanza, la fuerza y la entrega,

Madrid, ciudad que vibra, que nunca se niega.

Oh, Madrid, te canto

con versos sentidos, con palabras que encantan,

eres mi refugio, mi hogar y mi fuente,

Madrid, ciudad que me abraza eternamente.

                                                   



¿Y dicho todo esto, dónde están estás chapas que marcan las venas de Madrid?