En la urbe vibrante, donde el tiempo corre veloz,
una estación se transforma, un nombre toma
su voz.
Metropolitano ya no es, ahora es Vicente
Aleixandre,
un poeta que, en sus versos, el universo
expande.
Elena, con su nieto, la historia va contando,
de la casa Vellintonia, vestigio del
pasado.
En la calle que ahora lleva el nombre del
poeta,
reside la memoria, viva y siempre
inquieta.
Los hijos de Neptuno, buscando el estadio,
se encontraron con versos, en un mágico
legado.
Y exclamaron: W"anda si aquí no está".
Y de nuevo a las cavernas del
metropolitano para dirigirse a la Peineta.
Pero cuando llegaron ya no estaba el Wanda
se encontraron el Civitas.
Cuarenta años habitó, el poeta en su
morada,
creando mundos de palabras, con su alma
enamorada.
Vallecas Calle del Libro, al poeta rinde
homenaje,
con tinta y papel, celebrando su mensaje.
La Real Academia guarda su impronta y su
saber,
en la silla que ocupó, donde la palabra es
poder.
Vicente Aleixandre, maestro de la lírica,
tejió con su verbo, una aurora mágica.
La palabra, un día, fue calor y relámpago,
en la voz del poeta, un universo sin
atajo.
Palabra.
La palabra fue un día
calor: un labio humano.
Era la luz como mañana joven; más:
relámpago
en esta eternidad desnuda. Amaba
alguien. Sin antes ni después. Y el verbo
brotó. ¡Palabra sola y pura
por siempre —Amor— en el espacio bello!
Con inquietud en el alma,
busco en Google el viejo estadio,
como un explorador, me siento como Cieza
de León ante Nasca,
descubro un escudo en el mapa.
Un león rampante, fiero, en la rasa,
con la franja rojiblanca que lo atrapa.
Metropolitano, barrio que te abraza,
con tu historia grabada en la tierra.
Un himno de pasión que nunca se aplaca,
un sentimiento que el corazón aferra.
Las calles vibran con tu nombre,
con el eco de goles y victorias.
Un equipo que lucha sin renombre,
con la garra y el pundonor de sus glorias.
Cómo un colchonero, un indio de corazón,
que siente el orgullo de tu legado.
Y en este mapa, veo la consagración
de un sentimiento que nunca será borrado.
En el mapa aéreo, una sorpresa,
la silueta del escudo amado,
del Atlético, mi gran empresa,
en el solar, como un sueño grabado.
A mis compañeros pregunto,
incluso a Pablo, el gran historiador,
pero el silencio es su respuesta,
un mutis por el foro, sin razón.
Ni Osorio, con su sabiduría,
se pronuncia sobre este misterio,
¿Es un deseo de urbanidad,
o un capricho del dios Neptuno?
Cada uno que saque sus conclusiones,
pero yo veo la silueta del Atleti,
un símbolo de pasión y emociones,
que en muchos corazones siempre estará
latente.
Paco Gómez.
Te ha quedado bordado, precioso cuento
ResponderEliminarMe alegro que te guste. Gracias por leer y comentar.
EliminarPaco, eres sorprendente!!! Cuánta cultura !
ResponderEliminarAúpa!
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