miércoles, 10 de abril de 2024

Las golondrinas de piedra, por Paco Gómez.





 

En la urbe de Madrid, donde el cielo se tiñe de historias, donde Bécquer soñó con golondrinas de memorias, surge un boticario, de nombre Roberto Moreno, que al poeta romántico desafía con su empeño.

I. El reto del boticario

Don Roberto Moreno, boticario de afán,

al poeta Bécquer quiso desafiar.

"Volverán las golondrinas", versos inmortales,

mas él las soñaba pétreas, sin alas ni vocales.

Construyamos, dijo, un hogar de piedra y cal,

donde las aves de Bécquer puedan ya morar.

Que sean de mármol, blancas, sin canto ni revuelo,

y en los aleros aniden, quietas, bajo el cielo.

II. La obra de Carrasco

Jesús Carrasco, arquitecto de ingenio,

plasmó en piedra el sueño del boticario con brío.

Un edificio imponente, de estilo señorial,

con nidos ocupados, sin canto ni aleteo final.

El arquitecto de renombre,

aceptó el reto, con visión y con asombro.

Un edificio erigió, de la época el reflejo,

para el negocio y hogar, cumpliendo el encargo viejo.

III. Las golondrinas silentes

Desde el uno de mayo, año mil novecientos catorce,

las golondrinas de piedra observan, sin contorsiones.

Un balcón inmutable, sin píos ni aleteos,

un desafío al poeta, un canto a los deseos.

Desde entonces, en Madrid, se alzan con gracia y sin son,

las golondrinas pétreas, obra de imaginación.

Desde aquel mayo del catorce, en el zoolítico lugar,

las aves de piedra observan, sin poder volar.

IV. Un legado perdurable

En la esquina madrileña, la historia se refleja,

un boticario soñador, un arquitecto que se flecha.

Las golondrinas pétreas, testigos de la rima,

un poema en piedra, que el tiempo no lastima.

Bécquer en su tumba yace, mas su poesía perdura,

enfrentada a la ironía de la estatua más pura.


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