¿Qué le pasa al General?
Hoy he visto de nuevo al General.
Alzado en su elevado risco, contempla un indefinido paisaje perdido entre la
maraña de ramas desnudas de los árboles. Estamos en la Plaza de Guatemala, en
el Retiro. Es invierno. Una paloma se posa en su cabeza, sobre la gorra militar,
los dos son grises y oscuros, él de bronce, ella de pluma. Como ellos toda la
plaza se ha vuelto gris, gris el cielo, gris el pavimento y el agua del pequeño
estanque.
Hace frío y el General se arrebuja en su capote del uniforme de campaña, su gesto es rudo y está cansado, también su caballo agacha el cuello, severamente agotado. Mas hoy descubro en el rostro del General algo más que pesadumbre. ¿Qué le pasa al General?
Me pregunto si acaso su malestar
es fruto del peso de tantas campañas militares, y ya no recuerde lo aplaudido y
celebrado que fue por sus triunfos en tantas batallas... él que incluso puso la
corona en manos de su rey... Es entonces cuando reparo en la estatua tan
cercana que con evidente desenvoltura le está dando la espalda. Un corto camino
bordeado de cipreses une la Plaza del General con el imponente monumento. Allí
se alza, también a lomos de su caballo, la figura de un apuesto Alfonso XII,
que mira solemne hacía el oeste, hacia la ciudad.
Es un rey joven y gallardo, y él
un viejo ya muy cansado. Algunos dicen que lo ubicaron de esta forma para
seguir protegiendo, en esta vida de bronce, las espaldas de su señor, pero quizá
él siente que, con este gesto, el rey le ha rechazado.
El General parece tan solitario
en esta plaza envuelta en invierno que deseo rescatarle de tanta congoja. Me
gustaría decirle que los dos son hijos del mismo maestro, y el escultor Benlliure
si bien le dotó al rey de majestad a él le entregó corazón y sentimiento.
Deseo comentarle cómo en su honor
construyeron este hermoso monumento sobre una gran roca donde se ensalza sus
trofeos, y todas sus glorias. Y hablar de la envidiable atalaya desde la que
observa el paso del tiempo, los cielos azules, las nubes y las hojas de los
árboles que van cambiando... Él mira siempre hacia oriente y cada día ve el
amanecer, y en las noches frías los gorriones y las palomas se acurrucan en sus
pliegues de piedra.
Quiero recordarle que frente a él
se alza la antigua casa del Contrabandista, hoy un concurrido bar de copas de
moda, pero fue uno de los Caprichos de Fernando VII, contarle que en ella se
guardaban unos fabulosos muñecos, autómatas que se movían y bailaban vestidos
de folklóricos, y entre ellos destacaba un terrible muñeco contrabandista que dio
nombre al lugar, aunque eso no pueda recordarlo, porque sucedió hace mucho
tiempo. Quizá si conoció aquel edificio convertido en un balneario donde se
disfrutaba de aguas medicinales, también aquello pasó y se convirtió en un
coqueto salón de té, y más tarde en una sala de espectáculos... ¡Tantas cosas
ha visto desde entonces! ¿Recordará el General el revuelo de gentes al ver
llegar a los artistas, los coches elegantes, la música que le llegaba cada
tarde escapada de aquellos muros? ... Hoy, casi a sus pies, un trompetista
callejero le regala con sus notas cada mañana.
Pienso que su mirada puede llegar
más lejos y vislumbrar lo que fue la Casa de Fieras, otro capricho de ese rey
desleal, quizá solo vea sus puertas de ladrillo coronadas por leones de piedra,
hoy el lugar se ha convertido en una maravillosa biblioteca, aunque quizá, todo
esto no le interese, pero no creo que pueda olvidar ese tiempo atrás, el sonido
de aquellos animales, sus rugidos en el silencio del anochecer, que le hacía
soñar con fantásticas tierras... ¿Habrá reparado alguna vez en las gentes tan
dispares que caminan hoy por el parque y se detienen a admirarle? ¿Escuchará
esas campanas, que como cada día llegan de la iglesia de San Manuel y San
Benito?
¿Cómo olvidar los muchos desfiles
que ha contemplado pasar frente a él por el Paseo de Carruajes? Carnavales,
Cabalgata de Reyes Magos, maratones, ferias..., exposiciones y también ha sido,
año tras año, testigo de los libros, los muchos libros que le rodean cada
primavera...
Pero el General no se conmueve,
sueña con otros tiempos, cuando su estanque estaba vivo y paseaban por él,
incansables, una familia de patos blancos. Dos casetas de madera los cobijaban
en la noche y ese cerco que envolvía el estanque, hoy de fría piedra gris, era
una franja de césped siempre muy verde. En esos días nunca acababa el verano y
la plaza resplandecía de risas, y de niños, tatas y soldados, todos jugando,
caminando por aquel empedrado, hoy pavimento de tierra oscura, que fue de
menudas piedras, piedras blancas, rosas y grises que simulaban arabescos y
ramajes de flores. También ocupaban los bancos de piedra madres jóvenes
laboriosas, viudos tristes, y abuelos y abuelas... y, siempre alerta, aquel
vigilante vestido de guardabosques que controlaba la moral y el orden vigente
... eran años grises y difíciles, pero a pesar de ello, todo era vida y alegría
en la plaza. En esos días, General, sentías un gran sol en tu corazón de
bronce. Pienso que ese mal que te golpea hoy no es el frío, ni el desprecio de
un rey, ni siquiera el invierno, lo que te aflige hoy, de esa manara, quizá se
llame nostalgia.
Estereoscopía de la Estatua Imagen tomada de: Madrid en imágenes nuevo y antiguo | Madrid - de 1906 a 1916 | Facebook Maladetta Nethou |
Adriana, me parece magnífico cómo le has dado vida al bronce
ResponderEliminarLeyendo a mi contertulia Adriana y parafraseando su escrito, no me queda claro lo que le pasa al General de la Plaza de Guatemala,
ResponderEliminaren el Retiro madrileño.
Un general de bronce
contempla el paisaje otoñal.
El cielo es gris,
la tierra es gris,
el agua del estanque es gris.
El general también es gris,
y su caballo está cansado.
El general tiene una expresión
de tristeza y melancolía.
¿Qué le pasa al general?
¿Es el frío?
¿Es el desprecio del rey?
¿Es el invierno?
Quizá el general está cansado
de tantas batallas.
Quizá recuerda
sus triunfos y sus glorias,
y ahora se siente solo y olvidado.
Quizá el general mira a la estatua
del rey Alfonso XII,
que está a su frente.
El rey es joven y gallardo,
y el general es viejo y cansado.
Quizá el general siente
que el rey le ha rechazado.
Quizá se siente traicionado.
El general está solo,
en una plaza desierta.
Las hojas de los árboles
caen al suelo.
El general sueña
con otros tiempos,
con la plaza llena de vida.
Con niños jugando,
con familias paseando,
con soldados desfilando.
El general sueña
con un verano eterno,
con un estanque lleno de patos,
con un cerco de césped verde.
El general sueña
con un tiempo de paz y feliz,
con un tiempo de sol y alegría.
El general está triste,
porque añora ese tiempo.
Su tristeza es nostalgia,
la nostalgia de un tiempo perdido.