viernes, 9 de febrero de 2024

Las Piperas: Rafael Martín

Otra de las categorías que tengo propuestas es la de nuestros personajes populares favoritos y para dar ejemplo (ignoro si bueno, malo o regular) voy con los míos.

Como suele ocurrir tengo varias opciones como son los casos de: Eladio, nuestro “periodiquero” que tenía su quiosco al final de la Carrera de San Francisco, ya en la esquina con la Plaza; el de la conocida Cari, vendedora de fresas, requesón o lo que tocara según la temporada en Tirso de Molina, aunque ella esté más en el recordatorio de Pili, que vivía en el 2 de Mesón de Paredes, o el de nuestros serenos. Pero al final he optado, no por una persona concreta, sino por un gremio: el de las piperas que, como es lógico, incluye también a los piperos, con lo que de paso me apunto a lo políticamente correcto.

Aunque en lo que sigue utilizaré el plural femenino, tengo en mi cabeza la idea de que existía un cierto reparto de funciones; creo recordar que, preferentemente, los piperos ambulantes eran hombres, mientras que las piperas sedentes eran mujeres. Seguramente había de todo, pero no hay por qué hacer de ello una cuestión.

Para un niño de mi generación las piperas eran personajes muy importantes porque nos proporcionaban todo lo que precisábamos para cubrir nuestras necesidades y a precios asequibles, eran nuestro “corte inglés” (entonces naciente) ya fuera ambulante o sedente.

Estabas jugando en las Vistillas y, a la hora que su experiencia comercial le aconsejaba, aparecía el pipero con su cesto bajo el brazo al que tenía adosada una silla de tijera. Una vez abierta, posaba sobre ella el cesto y ya quedaba instalado el establecimiento. La clientela se arremolinaba alrededor suyo desde el momento en el que aparecía, inspeccionando la oferta, preguntando precios y sopesando en qué invertir las pocas perras disponibles.

Esa oferta era variada y condicionada, en parte, por la estacionalidad. Como es evidente el artículo imprescindible, el que siempre estaba presente, el que da nombre al gremio, eran las pipas de girasol, cuya ingesta dejaba huella inequívoca cuando nos parábamos, y que servía de fondo a las pelis en el cine Castilla, el Sanfran, el Toledo y tantos otros, y que con frecuencia incluso superaba en decibelios a la pobre banda sonora de las películas de Cantinflas o Sandrini. Sólo las de tiros soportaban con gallardía la competencia con el ruido de las pipas.

Las pipas de girasol estaban muy bien acompañadas por muchas otras delicatesen, que podían agotarse porque las cantidades ofertadas eran notablemente inferiores. Creo que siempre estaban presentes artículos como los garbanzos torraos (algunos eran auténticas piedras), el regaliz, los pirulíes, los palotes de caramelo, las bolas de anís, las bolas de chicle o el pan de higo, mientras que dependía de la estación, la presencia de la algarroba, las chufas secas o húmedas, los altramuces (chochos, para los picarones), las pipas de calabaza o el paloduz, que chupábamos pacientemente hasta dejar sólo un estropajo del que presumíamos como ejemplo de la tarea bien hecha.

He nombrado las bolas de chicle que eran un sucedáneo poco conseguido; una vez que se había acabada la capa azucarada y coloreada (¿sería colorante autorizado?) quedaba una goma insulsa con la que era imposible hacer un globo. Cuando uno estaba fuerte económicamente podía hacerse con un Bazooka que te llenaba la boca de goma, mantenía durante mucho tiempo el sabor (aún lo recuerdo) y permitía hacer grandes globos que explotaban con ruido bien audible para envidia del resto. Claro que había que andar con cuidado para evitar que cuando estabas terminando de inflar el globo algún “amigo” cercano no te lo estampara en la boca de un manotazo.

Con frecuencia la cesta y los bolsillos del portador o portadora contenían otros productos de los que yo no era consumidor, como es el caso del tabaco, negro y rubio, que se vendía, no por cajetillas, sino por unidades. Lo único que recuerdo haber “fumado” (no más de dos o tres caladas) fue un cigarrillo de anís… y aún no he podido olvidarlo. Tuve bastante con “fumar” el abundante humo que exhalaba mi padre.

Dejo ya la venta ambulante de pipas y otras gollerías para referirme a la venta sedente y a mi pipera por antonomasia, aunque sea incapaz de recordar su nombre. Estaba situada en el portalón de la casa que mediaba entre los inicios de las calles del Rosario y San Bernabé, tal y como se puede ver en la foto tomada del blog Historias Matritenses. En mi niñez, esa calle se llamaba de los Santos y el Cuartel de la derecha había desaparecido; en su lugar había un descampado.

El Portalón, con su pipera dentro, estaba situado en el camino obligado que yo recorría con gusto desde mi casa en las Vistillas hasta la de mi abuela Pepa que vivía en la calle de San Bernabé (con mis tíos y primo) en una curiosa edificación que daba también a la calle del Rosario. Se trata, precisamente de la primera casa volada para abrir lo que hoy es la Gran Vía de San Francisco, momento que queda recogido en la instantánea tomada, de nuevo, de Historias Matritenses.

Lo de esta mi pipera ya era otro nivel en comparación con los puestos ambulantes (me recuerda el dúo de la Manuela y la Pepa en Agua, azucarillos y aguardiente). Además de todos los productos antes evocados, aquí en mayor variedad y cantidad, había otros muchos que necesitaban espacio y techo. Por ejemplo, son los casos de: las tiras con equipos de fútbol muy útiles para pagar en las chapas, o las de ciclistas, imprescindibles, también para las correspondientes chapas; los sobres con cromos o con fotogramas de películas; los recortables bélicos (los de muñecas eran para niñas); en Semana Santa unas tiras con la Pasión, además de carracas…, en fin, todo un tentador y atractivo mundo en el que sucumbía la menguada paga que me podía dar mi Abuela, que tras la voladura de su hogar fue realojada en García Noblejas.

 


1 comentario:

  1. Y me preguntó ¿Qué consumían los niños antes de la guerra civil?
    Parece ser que la costumbre de consumir pipas de girasol, la trajeron las brigadas internacionales, que pasando mucho tiempo en los vehículos acorazados, sobre todo los rusos, consumía n muchas pipas.
    Te dejo este enlace ...
    https://www.sweetpress.com/noticias/la-grandeza-historica-de-las-pequenas-semillas-del-girasol

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