martes, 30 de enero de 2024

Madrid (Espasa-Calpe): Rafael Martín

En mi sencilla, pero para mí entrañable, biblioteca los libros relativos a Madrid ocupan un considerable espacio que suelo denominar: Madriteca. En ella hay de todo, como en botica: Historia, costumbres, edificios, parques, calles, gastronomía, noticiario, anecdotario y un amplio etcétera, que incluye, por ejemplo, cementerios.

Tan variada temática es fruto de la pluma (o ahora del ordenador) de gentes tan ilustres como, por ejemplo, Tormo, Luján, Carandell, Cela, Azorín o el actual Trapiello, pero también de amigos que no tienen nada que envidiar a los anteriores, como Carlos Osorio, Álvaro Benítez, Antonio Pasies, Adriana Sánchez o Maribel Piqueras. Yo mismo, con mi pedernal reciclado, ocupo un huequecito.

A estos libros en lo que se habla explícitamente de Madrid habría que añadir otro montón de ejemplares en los que Madrid aparece de fondo, lo que le convierte en un protagonista más, sin el cual no se entendería nada de lo que se lee y sucede en ellos. Baste citar las novelas de Galdós o Baroja para entender a qué me refiero.

Espacio de la Madriteca
¿Cómo elegir un libro en ese colectivo tan variopinto y designarle como mi favorito? Curiosamente me he decantado por una obra que no es un libro sino una Colección de fascículos publicados por Espasa-Calpe entre 1978 y 1980. En concreto, la Colección consta de 100 fascículos de edición semanal que empezaron a publicarse en octubre de 1978 (a mis tiernos 37 años) y concluirían 100 semanas después, en agosto-septiembre de 1980.

De acuerdo con mi idiosincrasia, fui comprando y leyendo semanalmente cada fascículo; cuando se llegaba a una veintena, compraba las tapas para encuadernarlos y le llevaba el conjunto de fascículos y tapas a Senén que componía con esmero cada tomo de la Colección. En total, son 2.000 páginas, distribuidas en 100 fascículos, agrupados en 5 tomos.

Cada fascículo incorporaba una contraportada con un/una madrileño/a ilustre con las que se podía componer un sexto y curioso Tomo. La tapa de cada tomo contiene el grabado notable de un edificio o monumento destacado de Madrid.

Grabados de las Tapas
Bien, pero ¿qué tiene de particular esta colección para que sea mi “libro favorito? Pues hay dos razones: Por un lado, me parece un claro exponente del madrileñismo del que presumimos propios y extraños; los nativos y los imprescindibles “paletos”. Por otro lado, es también fruto del mejor ambiente político, del mejor ejercicio democrático que hemos vivido. Desde la dolorosa añoranza de aquellos días, no pierdo la utópica esperanza de volver a vivir algo como aquello. Siguen algunos datos y argumentos que tratan de justificar mi selección y mis categóricas afirmaciones:

Marco político: El Prólogo de la obra lo escribe el Alcalde José Luis Álvarez en octubre de 1978, y en él describe Madrid como un compendio heterogéneo de virtudes (historia, arte, literatura…) pero también de problemas que no esconde, como los asentamientos defectuosos (El Puente de los Tres Ojos, Palomeras, La Celsa, le Tejar de Luis Gómez, Carabanchel o Valdecelada) o urbanizaciones equivocadas con equipamientos insuficientes (Lavapiés, Orcasitas, Vallecas y Canillas) y no esconde esas deficiencias, porque confía en conseguir un Madrid mejor que las supere. Pues bien, en las Elecciones Municipales de abril de 1979, aunque la mayoría la obtiene UCD, se proclama Alcalde Enrique Tierno Galván, que escribe el Epílogo de la Colección, dando continuidad y normalidad a la alternancia política, que culmina lo bien hecho, sin arrasar lo anterior por ser obra del “enemigo”. Esto es, en mi opinión: DEMOCRACIA.

Por su parte, el Contenido de la obra es, para mí, Madrid en estado puro. Para empezar cada Tomo tiene un Coordinador distinto, que ya imprime un cierto carácter fruto de su personalidad, y ¡ojo al dato! de los seis coordinadores, sólo tres son nacidos en Madrid (Terán, Navascués y Del Corral) mientras que Molina es jerezano, Azcárate, vigués y Bonet, coruñés; “Madrileñismo puro”.

La estructura de la obra es sencilla: Se toma el mapa de Madrid se delimitan zonas como piezas de un puzle y se encomienda a un autor (en ocasiones son dos) que la describa como él crea más oportuno, de acuerdo con la naturaleza de la zona y con la propia sensibilidad y experiencia de autor. Esto proporciona a la Obra una riqueza, una heterogeneidad y una cierta anarquía, que también me parecen muy “madrileños”. Conviven enfoques históricos, con los urbanísticos, los artísticos o los sociológicos en un encantador y didáctico totum revolutum.

Baste con algún ejemplo del Tomo 1: Plaza de Oriente-Carabanchel. Junto a descripciones “clásicas” como la que hace Mercedes Agulló de Sacramento, que podría ser la de un guía de los que enseñan Madrid, está la casi exclusivamente arquitectónica que Fernando Chueca hace La Almudena, que contrastan fuertemente con lo que escriben Elena Estella y Aurora García en el fascículo Latina (Lucero, Cármenes, Aluche), de profundo contenido sociológico.

¡Todo eso y más es Madrid!

Por último, señalar que el tomo de los Cien Madrileños Ilustres (entre los que hay 19 mujeres) también responde a la variedad de posiciones sociales, oficios y méritos de los cien elegidos, desde Isidro, a Beatriz Galindo, Carlos III, Luis Candelas, La Fornarina o Jardiel. De nuevo, MADRID


2 comentarios:

  1. Toda una joya. Recuerdo que por los años 85, el periodo ABC, hizo algo parecido, unas publicaciones semanales sobre cada barrio de Madrid. Estos ejemplares los conservo, al igual que otra bibliografía sobre Madrid.

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  2. Son un auténtico documento las imágenes, pese a que el offset y el papel estucado acusan el paso de los años. Las fotos del centro sugieren el entretenimiento de buscar las diferencias mientras que de algunos barrios de la periferia no queda absolutamente nada, en la mayoría de los casos a Dios gracias.

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