lunes, 22 de enero de 2024

Las Vistillas 1/2: Rafael Martín

 

1. PRESENTACIÓN

Si has nacido en el número 3 de Gabriel Miró, has vivido allí 25 años y, al casarte, te has trasladado a su espalda, a menos de 100 metros, como es mi caso, no creo que puede sorprender a nadie que haya elegido a Las Vistillas como mi jardín favorito de Madrid.

Quizás la única sorpresa pueda provenir de calificar a las Vistillas como “jardín”, cuando la RAE define el término como: Terreno donde se cultivan plantas con fines ornamentales. Desde luego, las Vistillas no responde (salvo en la segunda plaza) a esa definición, pero no obstante su denominación oficial es la de Jardines de las Vistillas y a ella me acojo.

Las Vistillas han sido: todo, durante mi infancia; un escenario de fondo, en mi adolescencia y parte de mi madurez; una referencia recuperada, durante la infancia de mis hijas y aún ocupa un cierto papel, no protagonista, en mi presente.

En lo que sigue, me centraré en los jardines propiamente dichos, pero con frecuencia consideraré su entorno más inmediato porque forma parte indisoluble de esta historia, como por ejemplo para constatar que en la que era en los 40 la “casa nueva” de la Travesía de Las Vistillas vivieron, entre otras, la familia cinematográfica de los Ozores, la familia folclórica de los Vargas o Clemente Fernández, defensa derecho del Real Madrid (el de la alineación que empezaba: Bañón, Clemente, Corona…), a quien le “pasábamos” la pelota cuando le veíamos y nos hacía el honor de devolverla, cosa que festejábamos como un triunfo. Otro vecino notable era el estudio de Zuloaga en el 7 de la Plaza, pero ésta fue una información de adolescente, ya que en mi niñez lo importante es que el bajo estaba ocupado por el taller y alquiler de bicicletas de Berges (¿o Verges?).

Mis Vistillas son el resultado de la “urbanización” de las Vistas de San Francisco que aparecen en la Topographia de Texeira de 1656, y que, utilizadas como mercados abiertos como el de sandías de la foto, llegaron con escasas modificaciones hasta el primer tercio del siglo XX.


Se puede observar que la casa donde estuvo el Estudio de Zuloaga (y el taller de bicicletas) aún no se había construido.

Por cierto, que en el Texeira aparecen dos Vistas más: la de Dª María de Aragón, situada donde hoy está la entrada norte de los Jardines de Sabatini, frente al Senado y las de la Puerta de la Vega, situadas donde hoy están los Jardines de la Cuesta de la Vega y más en concreto, el jardín superior dedicado a Boccherini. Las tres ubicaciones permitían una visión muy parecida: abajo, el río Manzanares y arriba, el horizonte occidental de Madrid, con sus increíbles puestas de sol, pero de las tres sólo ha permanecido como tal Las Vistillas. Ignoro quién, cuándo y por qué se tomó la confianza de cambiar  Vistas por Vistillas, como haciéndolas de menos, cuando debería haberlas subido de nivel llamándolas Las Vistazas, lo que habría sido más justo.

La urbanización de Las Vistillas debió empezar en los años 30 (García Mercadal), debió parar y sufrir una cierta marcha atrás durante la guerra, para concluir a mediados de los cuarenta (Herrero Palacios). Lo último en terminarse, y tengo memoria de ello, fue la pérgola de la tercera plaza. Algo más tardía fue la construcción de las Escalerillas de la Cuesta de los Ciegos, que los chicos de entonces celebramos subiéndolas y bajándolas de forma algo obsesiva.

Una curiosidad: Recuerdo la plantación de los arbolitos (entonces) de la acera y recuerdo que pasó por mi mente alguna reflexión sobre su crecimiento con los años. Hoy, los que han sobrevivido a las distintas inclemencias, incluida la “filomena”, alcanzan al 5º piso de mi casa, es decir, unos 18 metros.

La solución dada para salvar el fuerte desnivel de las Vistas fue crear tres terrazas y ubicar en ellas sendas plazas conectadas por escaleras. Con el gracejo y la imaginación que caracterizan al madrileño, de inmediato los vecinos las denominaron: Primera, segunda y tercera plaza. Ni Arniches lo habría mejorado.

Ese diseño permitió diferenciar cada plaza: En la primera se habilitó una amplia explanada despejada, inicialmente con suelo de tierra, ideal para correr, jugar (nosotros queríamos dedicarla al noble deporte del balompié, pero a los guardas jurados no le parecía bien) y otros usos a los que me referiré de inmediato.

La segunda era y es un jardín propiamente dicho, con sus parterres y una fuente central que en algunos momentos acogió unos pececillos colorados (en aquellos años no podían ser rojos). Esta plaza acogió desde el principio gente de edad y niños pequeños con sus madres o cuidadoras. Para nosotros era lugar de paso, pero no de estancia.

La tercera, la más pequeña y la última en terminarse, no tuvo nunca un carácter muy definido, y desde luego tenía escaso atractivo para nosotros, más allá de ser el acceso obligado a la cuesta occidental. El diseño final incluyó sendos kioscos, similares a los que hay en el Retiro y el Parque del Oeste, por ejemplo, lógicamente pensados para expender bebidas refrescantes, en las correspondientes terrazas, tan madrileñas ellas. El sitio es ideal, como lo demuestra el éxito del Ventorrillo situado en la parte alta de la calle de la Morería, pero sólo recuerdo que funcionaran así en dos o tres ocasiones durante las fiestas. Para mí es una incógnita nunca resuelta.

Quiero completar esta media entrada de Las Vistillas con esos otros usos que he mencionado antes, que imagino estaban en la mente del diseñador definitivo y, en concreto en lo que se refiere a esa explanada expedita de la primera plaza. Me refiero a los usos de ocio musical, que incluían inicialmente la kermés y los conciertos por La Paloma, y que han derivado actualmente en multitud eventos musicales por San Isidro u otras muchas celebraciones.

Cuando llegaba agosto, el Ayuntamiento nos birlaba la primera plaza; procedía a vallar todo el perímetro, instalaba un escenario en la este y unos puestos de comida y bebida en el ala oeste, la que está medio ajardinada, todo ello para ofrecer la Kermés de Las Vistillas y poder controlar y cobrar la entrada, durante las Fiestas de la Paloma. La kermés tenía canción propia que aún recuerdo parcialmente.

Las molestias para los vecinos no eran pocas (ruidos, música nocturna, aglomeraciones, olores a fritanga, alguna que otra pelea entre malos bebedores, etc.), por lo que mi padre celebraba con alborozo, desde nuestros balcones del cuarto piso cuando caía uno de esos chaparrones de verano, corto pero con gruesos goterones, que hacía correr a los kermesistas a buscar un refugio inexistente. Era una venganza algo sádica de quien tenía que madrugar al día siguiente.

Una agradable compensación era el concierto que daba la banda municipal y que mi padre “codirigía” a balcón abierto y nos anunciaba el final de las piezas con un: ¡Ahí queda!

La kermés era amenizada por un presentador y por distintos grupos musicales que nos obsequiaban con el repertorio de baile más popular de aquellos años. Recuerdo que cuando la noche avanzaba uno de aquellos inefables “crooners” consideraba que había llegado la “hora golfa” y versionaba una cancioncilla que debía decir: contigo me voy en bote, en bote me voy contigo y lo que cantaba era: contigo me doy el lote, el lote me doy contigo. Ni que decir tiene que tenía gran éxito.

Hasta aquí la primera parte, la PRESENTACIÓN, de mi jardín favorito. Como diría mi padre, ¡ahí queda!

Como suele suceder me he tropezado casualmente, en el magnífico blog titulado Historias Matritenses  con una fotografía aérea de Las Vistillas de 1927, que no tengo más remedio que compartir en este Nuestro Madrid.

Entre otras cosas, no está, como es obligado, el bloque de cuatro edificios en donde está la casa en la que nací, ni el ala norte del Seminario pero lo que se puede observar con toda nitidez son las Vistas de San Francisco, casi tal como las pudo ver el "Poverello" de Asís. Ni jardines, ni puestos de melones o sandías, ni niños jugando al futbol, las bolas o el peon: el descampado y las cuestas tal como las dejaron los carpetanos. Hay, sí, unas rudimentarias escalerillas que sirven a unos edificios el pie de las cuestas totalmente desaparecidos

 

1 comentario:

  1. Adriana Sánchez Garcés24 de enero de 2024, 5:35

    Me ha encantado Rafael, apetece poder ver todo aquello como tu lo cuentas. Gracias.

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