1. PRESENTACIÓN
Si has nacido en el número 3 de Gabriel Miró, has vivido allí
25 años y, al casarte, te has trasladado a su espalda, a menos de 100 metros, como
es mi caso, no creo que puede sorprender a nadie que haya elegido a Las
Vistillas como mi jardín favorito de
Madrid.
Quizás la única sorpresa pueda provenir de calificar a las
Vistillas como “jardín”, cuando la RAE define el término como: Terreno donde se cultivan plantas con fines
ornamentales. Desde luego, las Vistillas no responde (salvo en la segunda
plaza) a esa definición, pero no obstante su denominación oficial es la de Jardines de las Vistillas y a ella me acojo.
Las Vistillas han sido: todo, durante mi infancia; un
escenario de fondo, en mi adolescencia y parte de mi madurez; una referencia
recuperada, durante la infancia de mis hijas y aún ocupa un cierto papel, no protagonista,
en mi presente.
En lo que sigue, me centraré en los jardines propiamente dichos, pero con frecuencia consideraré su
entorno más inmediato porque forma parte indisoluble de esta historia, como
por ejemplo para constatar que en la que era en los 40 la “casa nueva” de la
Travesía de Las Vistillas vivieron, entre otras, la familia cinematográfica de
los Ozores, la familia folclórica de los Vargas o Clemente Fernández, defensa
derecho del Real Madrid (el de la alineación que empezaba: Bañón, Clemente,
Corona…), a quien le “pasábamos” la pelota cuando le veíamos y nos hacía el
honor de devolverla, cosa que festejábamos como un triunfo. Otro vecino notable
era el estudio de Zuloaga en el 7 de la Plaza, pero ésta fue una información de
adolescente, ya que en mi niñez lo importante es que el bajo estaba ocupado por
el taller y alquiler de bicicletas de Berges (¿o Verges?).
Mis Vistillas son el resultado de la “urbanización” de las Vistas
de San Francisco que aparecen en la Topographia
de Texeira de 1656, y que, utilizadas como mercados abiertos como el de
sandías de la foto, llegaron con escasas modificaciones hasta el primer tercio del
siglo XX.
Se puede observar que la casa donde estuvo el Estudio de Zuloaga (y el taller de bicicletas) aún no se había construido.
Por cierto, que en el Texeira
aparecen dos Vistas más: la de Dª María de Aragón, situada donde hoy
está la entrada norte de los Jardines de Sabatini, frente al Senado y las de la
Puerta de la Vega, situadas donde hoy
están los Jardines de la Cuesta de la Vega y más en concreto, el jardín
superior dedicado a Boccherini. Las tres ubicaciones permitían una visión muy
parecida: abajo, el río Manzanares y arriba, el horizonte occidental de Madrid,
con sus increíbles puestas de sol, pero de las tres sólo ha permanecido como
tal Las Vistillas. Ignoro quién, cuándo y por qué se tomó la confianza de
cambiar Vistas por Vistillas, como haciéndolas de menos, cuando debería
haberlas subido de nivel llamándolas Las Vistazas, lo que habría sido más
justo.
La urbanización de Las Vistillas debió empezar en los años 30
(García Mercadal), debió parar y sufrir una cierta marcha atrás durante la
guerra, para concluir a mediados de los cuarenta (Herrero Palacios). Lo último en
terminarse, y tengo memoria de ello, fue la pérgola de la tercera plaza. Algo
más tardía fue la construcción de las Escalerillas de la Cuesta de los Ciegos,
que los chicos de entonces celebramos subiéndolas y bajándolas de forma algo
obsesiva.
Una curiosidad: Recuerdo la plantación
de los arbolitos (entonces) de la acera y recuerdo que pasó por mi mente alguna
reflexión sobre su crecimiento con los años. Hoy, los que han sobrevivido a las
distintas inclemencias, incluida la “filomena”, alcanzan al 5º piso de mi casa,
es decir, unos 18 metros.
La solución dada para salvar el fuerte desnivel de las Vistas
fue crear tres terrazas y ubicar en ellas sendas plazas conectadas por
escaleras. Con el gracejo y la imaginación que caracterizan al madrileño, de
inmediato los vecinos las denominaron: Primera, segunda y tercera plaza. Ni
Arniches lo habría mejorado.
Ese diseño permitió diferenciar cada plaza: En la primera se
habilitó una amplia explanada despejada, inicialmente con suelo de tierra,
ideal para correr, jugar (nosotros queríamos dedicarla al noble deporte del
balompié, pero a los guardas jurados no le parecía bien) y otros usos a los que me referiré de inmediato.
La segunda era y es un jardín propiamente dicho, con sus
parterres y una fuente central que en algunos momentos acogió unos pececillos
colorados (en aquellos años no podían ser rojos).
Esta plaza acogió desde el principio gente de edad y niños pequeños con sus
madres o cuidadoras. Para nosotros era lugar de paso, pero no de estancia.
La tercera, la más pequeña y la última en terminarse, no tuvo
nunca un carácter muy definido, y desde luego tenía escaso atractivo para
nosotros, más allá de ser el acceso obligado a la cuesta occidental. El diseño
final incluyó sendos kioscos, similares a los que hay en el Retiro y el Parque
del Oeste, por ejemplo, lógicamente pensados para expender bebidas
refrescantes, en las correspondientes terrazas, tan madrileñas ellas. El sitio
es ideal, como lo demuestra el éxito del Ventorrillo situado en la parte alta de la calle
de la Morería, pero sólo recuerdo que funcionaran así en dos o tres ocasiones
durante las fiestas. Para mí es una incógnita nunca resuelta.
Quiero completar esta media entrada de Las Vistillas con esos
otros usos que he mencionado antes,
que imagino estaban en la mente del diseñador definitivo y, en concreto en lo
que se refiere a esa explanada expedita de la primera plaza. Me refiero a los
usos de ocio musical, que incluían inicialmente la kermés y los conciertos por
La Paloma, y que han derivado actualmente en multitud eventos musicales por San
Isidro u otras muchas celebraciones.
Cuando llegaba agosto, el Ayuntamiento nos birlaba la primera
plaza; procedía a vallar todo el perímetro, instalaba un escenario en la este y
unos puestos de comida y bebida en el ala oeste, la que está medio ajardinada, todo ello para
ofrecer la Kermés de Las Vistillas y
poder controlar y cobrar la entrada,
durante las Fiestas de la Paloma. La kermés tenía canción propia que aún recuerdo parcialmente.
Las molestias para los vecinos no eran pocas (ruidos, música
nocturna, aglomeraciones, olores a fritanga, alguna que otra pelea entre malos
bebedores, etc.), por lo que mi padre celebraba con alborozo, desde nuestros
balcones del cuarto piso cuando caía uno de esos chaparrones de verano, corto
pero con gruesos goterones, que hacía correr a los kermesistas a buscar un
refugio inexistente. Era una venganza algo sádica de quien tenía que madrugar
al día siguiente.
Una agradable compensación era el concierto que daba la banda
municipal y que mi padre “codirigía” a balcón abierto y nos anunciaba el final
de las piezas con un: ¡Ahí queda!
La kermés era amenizada por un presentador y por distintos
grupos musicales que nos obsequiaban con el repertorio de baile más popular de
aquellos años. Recuerdo que cuando la noche avanzaba uno de aquellos inefables “crooners”
consideraba que había llegado la “hora golfa” y versionaba una cancioncilla que
debía decir: contigo me voy en bote, en
bote me voy contigo y lo que cantaba era: contigo me doy el lote, el lote me doy contigo. Ni que decir tiene
que tenía gran éxito.
Hasta aquí la primera parte, la PRESENTACIÓN, de mi jardín favorito. Como diría mi padre, ¡ahí queda!
Como suele suceder me he tropezado casualmente, en el magnífico blog titulado Historias Matritenses con una fotografía aérea de Las Vistillas de 1927, que no tengo más remedio que compartir en este Nuestro Madrid.
Entre otras cosas, no está, como es obligado, el bloque de cuatro edificios en donde está la casa en la que nací, ni el ala norte del Seminario pero lo que se puede observar con toda nitidez son las Vistas de San Francisco, casi tal como las pudo ver el "Poverello" de Asís. Ni jardines, ni puestos de melones o sandías, ni niños jugando al futbol, las bolas o el peon: el descampado y las cuestas tal como las dejaron los carpetanos. Hay, sí, unas rudimentarias escalerillas que sirven a unos edificios el pie de las cuestas totalmente desaparecidos
Me ha encantado Rafael, apetece poder ver todo aquello como tu lo cuentas. Gracias.
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