Me gusta perderme por esos
callejones del Madrid Austria, generalmente alejados del bullicio de otras
zonas del centro histórico. El arco mudéjar del portón de la antigua casa de
los Lujanes nos introduce en la calle del Cordón, como homenaje al cordón
franciscano de Cisneros, cuyos descendientes mandaron construir la gran edificación
del lado derecho de esa calle. ¿No os trae recuerdos de Toledo? Esas casas de gran
altura unas junto a otras, donde se aprecian los muros de mampostería y el lateral
de la Casa de Cisneros (sólo en ese tramo se ve claramente la gran profundidad que
tiene y que no se aprecia desde la fachada a la Plaza de la Villa). Están tan cercanas
que sus vecinos bien podrían susurrar a través de sus respectivas ventanas.
Recorrer esas calles y suelos es
pasear sobre la Historia de nuestra capital. Incluso en los muros de la Casa de
Cisneros hay restos de silex y piedra de la antigua muralla medieval de Madrid,
una “muralla reciclada”, ahora que se lleva tanto ese término. Y, sobre
piedras, cuánto sabe mi amigo Rafael Martín.
Pasamos la calle Sacramento y San
Justo para bajar hasta la Plazuela de San Javier. Se dice que es la plaza más
pequeña de Madrid. Las calles de su entorno forman un entramado hasta llegar a
la bajada hacia lo que era el antiguo arroyo de San Pedro, hoy calle de
Segovia. La Plazuela es un auténtico rincón castellano, rodeada de zócalos de
granito, muros de ladrillo y casas bajas con sus entradas enmarcadas en granito.
También se aprecian las vigas de pino de Valsaín y tantos siglos de historia en
esas casas Austrias con oscuros zaguanes. Muchas veces estoy en soledad en ese punto,
respirando calma y paz, que no da la sensación de que habito en Madrid, una capital
del s XXI.
Volvemos a subir para coger
algunas callejuelas del otro lado de San Justo, como la de Puñonrostro. Lleva
el nombre de una antigua familia noble madrileña que tenía propiedades en toda
esta calle y también en la plaza del Cordón. Carlos V concedió el título de
Conde de Puñonrostro a Juan Arias Dávila, por haberle defendido contra la
rebelión de los Comuneros. Esta pequeña calle parte de la calle San Justo para
terminar en la Plaza de Miranda. Bordea pues, el lateral de la Basílica de San Miguel.
En el s XVI una de estas casas pertenecientes a los Puñonrostro fue alquilada por
el secretario Antonio Pérez, y en ella tuvo lugar la famosa anécdota de que, viéndose
rodeado para meterlo en prisión, Antonio Pérez salto hasta la vecina iglesia de
San Justo. En uno de los bajos de la calle guardan con mucho cariño todo lo referente
a la Hermandad Sacramental y Cofradía de Nazarenos del Cristo de la Fe y el Perdón.
El Pasadizo del panecillo era un
pequeño callejón que comunicaba la entrada al Palacio Arzobispal con la Plaza
del Conde de Barajas. En él repartían pan a los pobres.
Se cerró con rejas por
motivo de seguridad. Unas vistosas escaleras nos señalan que en ese punto
empezaba el callejón, junto a la barroca puerta de granito, que era la puerta de
entrada principal al Palacio arzobispal, mandado construir en el s XVIII por la
reina Isabel de Farnesio, para que los arzobispos de Toledo tuvieran un lugar
solemne en su visita a Madrid. Hay que recordar que Madrid no tuvo obispo hasta
1885 y siempre dependía del arzobispado de Toledo.
Relacionado con ese edificio está
la calle de la Pasa, donde el que “no pasa no se casa”. Por estas zonas ya nos
encontramos más barullo, ya que hay cercanos varias tabernas y restaurantes.
Pero la calle de la Pasa también tiene su encanto y se muestra tranquila en
muchas ocasiones. Ahí da la puerta del archivo del palacio arzobispal, donde se
guardan todos los expedientes de matrimonios, bautizos, defunciones y demás que
sucedieron en Madrid desde su creación como diócesis. Por eso, al registrar los
matrimonios, se acuñó ese dicho anterior.
También da a la calle de la Pasa el
local de los artistas que exponen los domingos en la cercana Plaza del Conde de
Barajas. Es maravilloso contemplar e irse parando uno a uno, en los diferentes
estilos de este pequeño Montmartre madrileño. Acuarelas, óleos, retratos,
grabados, con temas, técnicas y tamaños para todos los gustos. Realmente tienen
calidad, porque no puede exponer ahí cualquiera, sino que los artistas deben
pasar antes un examen. Una última y discreta puerta que asoma a la calle de la
Pasa, enmarcada en granito, sirve para acceder al jardín del Palacio
arzobispal. Sus discretos muros esconden un sobrio jardín del que asoma solo la
palmera. Al ser un palacio del siglo XVIII, los jardines solían colocarse en la
parte trasera. Recordad por ejemplo el de Liria o el del Palacio del Infante
Don Luis en Boadilla, todos ellos del siglo de la Ilustración.
Los datos en este escrito de Maribel hacen que se te pueda llamar la "Pluma de Madrid".
ResponderEliminarLa pluma de Maribel es clara y sencilla, como un arroyo que fluye entre las rocas. Sus palabras son fáciles de entender, incluso para los más pequeños. Ella sabe cómo elegir las palabras adecuadas para transmitir su mensaje de forma precisa y concisa.
La información de su entrada está bien organizada, como un jardín bien cuidado. Los subtítulos ayudan a guiar al lector por el texto y a encontrar la información que busca de forma rápida y sencilla.
El texto está lleno de detalles interesantes, como un mosaico de colores. Maribel nos ofrece una visión fascinante de un rincón de Madrid que muchos no conocen. Sus palabras nos transportan a un lugar mágico, donde el tiempo parece detenerse.
En general, esta entrada es una excelente pieza de escritura. Es una perfecta obra que nos permite descubrir un Madrid desconocido.
Sus palabras tienen el poder de evocar imágenes y emociones. Ella nos lleva de la mano por un viaje sensorial, donde podemos sentir el sol en la piel, el olor de las viejas calles.
Su prosa es poética, pero también es informativa. Ella nos ofrece datos históricos y culturales sobre el lugar que describe. Nos ayuda a comprender su importancia y su valor.
Es una invitación a la aventura, a descubrir un Madrid oculto, un Madrid que nos espera a la vuelta de la esquina. Es un Madrid que nos sorprende y nos enamora.
Si quieres vivir una experiencia hazte una pequeña guía con los datos y sumérgete por este viejo Madrid, seguro que te dejará un buen sabor de boca.
Impresionante el poder agrandar las fotos.
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