Nunca me planteé un lugar favorito dentro de la ciudad en que nací. Esta entrada resulta un poco decepcionante, sobre todo si se escribe para un blog relacionado con la capital de España. En cualquier caso, intentaré decir algo, con sentido y afecto, para esta villa.
Viví, hasta mi
mayoría de edad, en el barrio de Salamanca. En mi infancia, mi ciudad se
limitaba, a la calle Alcalá, calle Serrano, calle Goya, calle Velázquez, y
aledaños. De Serrano de pura cepa: hay que reírse de uno mismo para empezar.
Si pienso, en
esa época, un lugar que me resultara agradable, no me queda otra que pensar en
El Retiro, y más concretamente, en la circunvalación del Paseo de Coches, y la
estatua del Ángel Caído. Ir hasta allí, era como ir de excursión, dado el
tamaño que debía yo tener por aquel entonces.
Ya de mayor,
en aquellos lugares, que entonces me parecían mágicos, pude encontrar el
motivo, que los hacía parecer así.
Bordeando La
Rosaleda, hay muchos viejos pinos que se mantienen como en mi niñez, aunque
Filomena haya cercenado unos cuantos. El cielo azul, la altura, tanto de los
pinos como del lugar, hacen parecer a la zona como algo aislado de la ciudad,
un lugar muy alto, que puede parecer un lugar de ninguna parte. Y aunque
parezca mentira, esa es su magia: el lugar de nunca jamás. El lugar de la
infancia.
Fuera de ideas
esotéricas sobre el diablo, y los seiscientos sesenta y seis metros de altura
de la plaza, creo que es una de las esculturas más bonitas de Madrid. Da igual
desde que ángulo la mires, es preciosa en todos sus ángulos. Todo en ella es
movimiento. Cada vez que la veo, me acuerdo de su historia: Expulsado del
Paraíso, por su soberbia, un defecto totalmente humano, y poco angelical. La
escultura, es de un hombre muy terrenal, a pesar de sus fantásticas alas,
dotado de la soberbia de la que se le acusa, y que grita de ira y miedo
mientras cae...acusación injusta desde todos los ángulos, también.
María, estupendo. Cuando se es niña/o no sabe una/o que es "niña de Serrano" o "vistillero" se vive y se disfruta de lo que tienes a tu alrededor. Es más tarde cuando las vivencias cobran otro sentido y se dotan de contexto, pero nada de ello destruye ni enturbia nuestros recuerdos infantiles
ResponderEliminarRafael, afortunadamente es así. El lugar de la infancia, aunque con otra perspectiva, siempre es un lugar feliz.
EliminarMaría me llama la atención lo siguiente que te paso a comentar: "En mi infancia, mi ciudad se limitaba a la calle Alcalá, calle Serrano, calle Goya, calle Velázquez, y aledaños. De Serrano de pura cepa: hay que reírse de uno mismo para empezar". Es muy cierto que Madrid es una ciudad enorme, pero para los niños, el mundo se reduce a su barrio. Y si eres de un barrio tan exclusivo como Serrano, pues ya ni te cuento. Ir hasta allí, era como ir de excursión, dado el tamaño que debía yo tener por aquel entonces. Cuando eres pequeño, todo te parece más grande. Un paseo por el Retiro puede parecerte una aventura épica.
ResponderEliminarEn cuanto a la escultura del Ángel Caído, María tiene una opinión muy interesante. Fuera de ideas esotéricas sobre el diablo, y los seiscientos sesenta y seis metros de altura de la plaza, ella cree que es una de las esculturas más bonitas de Madrid. Aquí te sale rama irónica. Empiezas diciendo que la escultura del Ángel Caído es preciosa, pero luego te sientes obligada a matizar tu afirmación para evitar que la gente piense que eres satanista. La escultura, es de un hombre muy terrenal, a pesar de sus fantásticas alas, dotado de la soberbia de la que se le acusa, y que grita de ira y miedo mientras cae...acusación injusta desde todos los ángulos, también. María muestra su ingenio al comparar la caída del Ángel Caído con la caída de un niño que se ha caído de un árbol. Es una imagen muy divertida, y también muy cierta. En resumen, María escribe con humor y con sensibilidad. Nos hace reflexionar sobre la importancia de los lugares que nos marcaron en la infancia.