Elegir el Palacio Real como mi edificio favorito de Madrid puede
parecer una obviedad, y a lo mejor lo es; con sólo considerar sus 135.000 m2
o sus 3.418 habitaciones que le convierten en el mayor palacio de la Europa
Occidental, ya sería suficiente. Si a eso se une su historia y su riquísimo
contenido de obras de arte, mobiliario, tapices, instrumentos musicales,
relojes, jarrones, etc., la obviedad se convierte en certeza.
Pero no es nada de esto, por
importante que sea, lo que justifica mi elección, sino otro tipo de
consideraciones surgidas de mi relación con el Palacio, por mi condición de
madrileño de a pie.
Para que se me entienda bien debo
empezar por compartir una idea sencilla: Yo vivo en el número 26 de la calle de
Bailén y el Palacio está ubicado entre los números 2 y 6 de la misma calle; somos,
pues, vecinos.
A esta entrada del blog que
acoge a los favoritos de los contertulios la he llamado simplemente Palacio, porque no sé muy bien cómo
debería denominarla. Me explico: Lo de Palacio
Real no me parece lo más apropiado, ya que los Reyes no viven en él. De
hecho, el último jefe de estado que lo habitó fue Manuel Azaña, siendo
Presidente de la República, claro que por aquel entonces se le denominaba Palacio Nacional.
Franco renunció a habitarlo, pero
lo utilizó como “escenario”: Escenario de actos oficiales; escenario de la
presentación de Credenciales; escenario de manifestaciones entusiastas de
adhesión a su gestión; escenario para la exposición de su cadáver (¡cómo habría
disfrutado viendo las interminables colas que se formaron!). Pero no sólo
renunció a habitarlo, sino que tampoco le pareció bien usar el adjetivo y
nuestro Palacio, el Palacio de mis primeros 30 o 40 años de vida paso a ser el Palacio de Oriente, lo que no puede ser más
sorprendente y contradictorio.
A cualquier madrileño que no esté
desnortado, le resulta evidente que el Palacio está situado al occidente de la Villa,
por lo que el nombre debería ser, Palacio
de Occidente, una vez que los corifeos del franquismo debieron de desechar
la idea de llamarle, Palacio Generalisimal,
que habría sido lo propio. Pero no, optaron por identificarlo como el “palacio
que está en la Plaza de Oriente”, (¡plaza que se llama así porque está en el
oriente del palacio!). Entiendo que el nombre más apropiado habría sido: Palacio de la Plaza que está al Oriente del
Palacio.
¡Señores, qué follón!
Es el momento de considerar cómo y
dónde están ubicados Versalles o Buckingham en París y en Londres. ¿Están en
medio de la calle o están alejados del parisino o del londinense, y separados de
ellos por recias verjas y profundos jardines? Nuestro Palacio está ahí, para
que los madrileños podamos sentir la cercanía de nuestros jefes de estado, para
vitorearlos, aclamarlos, alentarlos, casi abrazarlos... o correrlos a gorrazos, según nos cuadre.
Escribo estas líneas, sobre el escrito de mi contertulio, como si fuera un pequeño comentario de texto, quizá un poco pseudoacadémico, de casta le viene al galgo.
ResponderEliminarPalacio: una elección obvia, pero con mucho humor
El texto de Rafael Martín sobre su edificio favorito de Madrid, el Palacio Real, es un claro ejemplo de cómo se puede escribir de forma irónica y graciosa sobre un tema aparentemente serio.
El autor comienza su texto reconociendo que elegir el Palacio Real como su edificio favorito puede parecer una obviedad. Sin embargo, rápidamente nos deja claro que su elección no se basa en su tamaño, su historia o su riqueza artística, sino en su relación personal con el Palacio, como madrileño de a pie.
En este sentido, lo más irónico del texto es la situación de vecindad del autor con el Palacio. Como él mismo señala, vive en el número 26 de la calle de Bailén, y el Palacio se encuentra entre los números 2 y 6 de la misma calle. Esto significa que, literalmente, el Palacio está en medio de la calle.
El autor aprovecha esta situación para hacer una serie de observaciones humorísticas sobre el nombre del Palacio. Señala que, dado que los Reyes no viven en él, el nombre "Palacio Real" no es muy apropiado. También señala que el nombre "Palacio de Oriente" es contradictorio, ya que el Palacio está situado al occidente de la Villa.
Por último, el autor destaca otra particularidad del Palacio que le parece muy madrileña: el hecho de que esté en medio de la calle. Esto permite a los madrileños sentir la cercanía de sus jefes de estado, para vitorearlos, aclamarlos, alentarlos, casi abrazarlos... o correrlos a gorrazos, según nos cuadre.
En definitiva, el texto de Rafael Martín es un ejemplo de cómo se puede escribir de forma irónica y graciosa sobre un tema aparentemente serio. El autor utiliza su ingenio y su sentido del humor para destacar las peculiaridades del Palacio Real, que lo convierten en un edificio único y muy madrileño.