sábado, 13 de enero de 2024

Los jardines de mi niñez: Paco Gómez.


Recuerdo con nostalgia mis años de infancia, cuando jugaba en las calles de mi barrio, sin parques ni espacios verdes. La calle era nuestro mundo, nuestro lugar de juegos, de aventuras y de descubrimientos.

Nuestra calle preferida era la del Oso, que daba al colegio. Allí pasábamos las horas corriendo, jugando al fútbol y simplemente paseando. Pero lo que más nos divertía era entrar en la vieja iglesia de San Cayetano, que estaba abandonada. Entre los cascotes de derribo, nos sentíamos libres y sin vigilancia. Éramos los reyes del solar.

Otro lugar que nos encantaba era el antiguo solar de las escuelas pías de San Fernando. Era mucho más escondido y salvaje que la iglesia de San Cayetano. Estaba lleno de gatos, ratas y otros animales. Las malas hierbas campaban a sus anchas. Allí jugábamos a todo tipo de juegos, desde policías y ladrones hasta indios y vaqueros.

También jugábamos al fútbol en la Corrala, un descampado que a veces se utilizaba para montar circos o atracciones de feria. Era un lugar perfecto para jugar, pero a veces era difícil jugar porque el terreno estaba lleno de baches.

Cuando ya éramos más mayores, empezamos a explorar otros lugares del barrio. Uno de nuestros sitios favoritos era la plaza de los Carros y de la Paja. Allí nos acogió el párroco de San Andrés, que nos daba dinero para recoger periódicos por todo el barrio. El párroco era un hombre amable y cariñoso. Vestía una sotana negra a juego con su sombrero de alas, tipo castoreño. Nos hacía besar su anillo.

El sitio destinado para almacenar el papel en grandes paquetes, era la Capilla del Obispo. Los legajos los colocábamos pegados a la pared. Lo más divertido era colocarlos. Subíamos hasta lo más alto.

Otro lugar que visitábamos a menudo era la plaza de Tirso de Molina. Era una plaza muy transitada, por lo que no era nuestro lugar favorito para jugar. Pero a veces nos pasábamos por allí para ver a los artistas callejeros o simplemente para charlar.

La canción de Víctor y Diego, "Hay un parque aquí en mi barrio", describe muy bien la plaza de Tirso de Molina. La plaza era un lugar de encuentro para los niños del barrio, pero también era un lugar de paso para los adultos que iban a trabajar o a buscarse la vida. El parque. Victor y Diego. 


  https://youtu.be/5WrRq8g-Ogc?si=8QTd4eqnNQrh7O1E

A pesar de que no teníamos parques, nuestra infancia fue muy feliz. Las calles de nuestro barrio eran nuestros jardines, y allí crecimos y soñamos.

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